Como buen bohemio, Miguel sentía un
profundo desprecio por todo lo que tuviera que ver con la banalidad; por eso detestaba
su apellido Burgués y siempre se presentaba así mismo ante la gente solamente con
su segundo apellido el cual, para su desgracia, también parecía elegante.
A pesar de ser un hombre con muchas
cualidades y sentimientos altruistas las cosas casi nunca le salían bien. No
era por falta de talento. Se trataba más bien de una lucha interna e
inconsciente entre el “yo puedo y el no soy tan bueno para eso”
que no le permitía atreverse a dar un paso más, ese salto al vacío que,
definitivamente, lo llevaría a un nivel superior.
Milagros no había vuelto a saber de él en
mucho tiempo. Lo último que supo era que estaba gordo, y que trabajaba como ayudante,
cargando bultos, en un almacén de comida para animales; eso fue varios años
después del divorcio, un día en que por casualidad se encontró en la calle con “la
estúpida ninfómana” que le hizo el favor de dañar su matrimonio el mismo día de
la boda, como solía referirse con evidente resentimiento a Ana, y ella se lo
contó.
Ana María realmente no era mala, o por
lo menos no con el grado de maldad necesario para planificar, maquiavélicamente,
destruirle la vida a su, hasta entonces, mejor amiga. Sus compañeras de la
universidad le decían “La Vampiresa”, tal vez para bromear con su aspecto de
mujer seductora y sus ganas constantes de sentirse deseada por todos.
Se conocían desde mucho antes de la
época en que la que a Milagros la llevaban a todas partes en bicicleta. Todos sabían
que Ana María tenía un gusto un poquito exagerado por el sexo, de hecho,
realmente pensaban que podía ser ninfómana y que escapaba de sus manos la
posibilidad de ser menos lujuriosa. Ella siempre les contaba, en sus
conversaciones llenas de doble sentido, sobre las experiencias que había tenido
con hombres casados e incluso con otras mujeres explorando curiosamente los límites
de su sexualidad.
Ana decía, orgullosamente, que una de
las pocas cosas que le faltaba por probar en la vida era hacerlo con el esposo
de una amiga; además, le entusiasmaba la idea de que esa amiga se animara a
probar cosas nuevas y participara gustosamente de su fantasía, lo cual Milagros
siempre tomó como parte de los comentarios calientes que “La Vampiresa” solía hacer
con el humor negro que la caracterizaba.
Esa fue una de las razones por las
cuales Milagros decidió perdonarla, aunque fuera de la boca para afuera, ya que
se conocían desde que eran niñas; y aunque nunca más volvió a confiar en ella,
de vez en cuando se encontraban casualmente y conversaban, sin tocar nunca el
tema de lo que pasó el día de la boda.
La verdad es que Ana había hecho hasta
lo imposible para que Milagros la perdonara, inclusive les pagó a varias
personas para que borraran las fotos de la boda Milagros de sus páginas de
Facebook, pero ya el mal estaba hecho y muchas de esas fotos que le recordaban
la traición aún seguían rodando en Internet.
Un
día, cuando Milagros se preparaba como todos los días para salir a abrir el
salón de belleza, tuvo la sensación de que su vida estaba estancada en un
interminable círculo vicioso en el que solo había espacio para el trabajo y la
soledad. Se sintió deprimida, recordó por un momento aquellos días en que nunca
estaba sola, en que paseaba en bicicleta y su mayor preocupación era el qué
dirán.
Nada
de eso ya le importaba, hacía mucho tiempo que su imagen de niña buena había
quedado en el pasado y por instantes dio muestras de empatía al imaginar lo vacía
que debía sentirse Ana cada mañana. Entonces se acordó de la ocasión en que Ana
María la invitó a tomar unos tragos en su casa y después de un par de horas, la
intentó convencer con sus encantos para que se metiera con ella en el jacuzzi.
En ese momento, solo por un pequeño instante, lamentó haber dicho que no.
Ese
día no quiso ir a trabajar, la depresión no la dejó. Tampoco fue al día
siguiente, ni el otro; así pasaron varios días en los que se dedicó a
compadecerse de ella misma y de lo miserable que era su vida.
Una
noche, después de varios días de lágrimas y largas horas encerrada en su cuarto
recordando el pasado, quizás por primera vez pensando en su futuro, Milagros
tomó una decisión que definitivamente cambiaría su vida para siempre.

No hay comentarios:
Publicar un comentario