martes, 28 de julio de 2020

LAS HERIDAS DE MARCELA (Cuento de Carlos Serdna, escrito el 28 de julio de 2020)


La última vez que Marcela Rodríguez se quedó sola en esa casa muchas cosas extrañas comenzaron a suceder. Primero, los inexplicables cambios de lugar de las ollas, platos, cuchillos y otros elementos de su cocina; después esos rasguños en sus brazos y piernas que aparecieron sin explicación, y por último las luces que ella apagaba al acostarse y encontraba encendidas cuando abría los ojos nuevamente en la mañana.

Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, la sola idea de volver la ponía muy ansiosa, tanto que ese día no tomó su acostumbrado café sino una infusión de manzanilla que su madre le había dado para calmar los nervios. Pero en esta ocasión pensaba ir preparada; su cuñada María Laura y su hermano la iban a acompañar. Además, solo pensaba quedarse unas horas.

Era necesario, ya que tenía que entregar la casa limpia y pintada por completo, pero no se había atrevido a ir antes para no volver a ver a aquella mujer.

Unos meses antes, Marcela había concretado la venta de su casa en el norte de Bogotá; realmente tenía que hacerlo, porque seguir allí solo le traía malos recuerdos. Desde el momento en que su esposo la dejó ella decidió comenzar una nueva vida, olvidar todo aquello que le recordaba la traición y el abandono del hombre que había jurado, ante toda su familia, amarla para siempre.

Aunque esta vez no iría sola, una latente sensación de angustia y una especie de escalofrió le recorría todo su muy bien formado cuerpo.

Cuando Ricardo y María Laura llegaron a buscarla ella ya tenía dos horas lista; se había puesto la ropa de ir al gimnasio y estaba sentada, esperando en el balcón de su nuevo apartamento en la carrera 13, ya se había fumado tres cigarrillos.

—¿Qué más peladita?, ¿cómo pasaste la noche? — le dijo María Laura.
Ella contestó con una sonrisa dudosa.

—Hágame un favor, María Laura, quédese conmigo, mire que a mí no me gusta estar sola ahí. Respondió Marcela.

Ellos ya le habían dicho que podían llevarla, pero también le habían explicado que no podían quedarse, porque Ricardo tenía una reunión muy importante en el Bufete de abogados y su esposa debía volver a casa, llevar a las niñas a la escuela y luego buscarlas nuevamente para llevarlas a casa de su mamá.

María Laura sintió pena por no poder complacerla; e hizo un gesto de negación con la cabeza, pero sin mirarla directamente a la cara.

Ya habían avanzado unas cinco calles, cuando de repente, Marcela tomó una actitud inexplicablemente agresiva; aprovechando que el carro estaba detenido en ese momento, se bajó tirando la puerta y gritando varías ofensas y obscenidades contra los dos.

Su hermano buscó inmediatamente donde estacionar y salió corriendo tras de ella, buscándola entre la gente; cuando la encontró estaba sentada en una plaza y se mostró muy confundida, sin saber a ciencia cierta lo que le había pasado; entonces lo miró, sonrió y se puso a llorar.

Esos arranques de aparente locura ya se habían hecho comunes para Ricardo. Le preocupaba mucho la salud mental de su hermana, pero pensaba que aquellos desvaríos y ataques de ansiedad, eran causados por el estrés de los problemas matrimoniales y la mala vida que le había dado su cuñado, Juan Camilo. Por otra parte, a veces también se ponía en su lugar y lo comprendía; porque sabía que su hermana se había convertido en alguien muy difícil de entender y soportar.

Apenas entró a la casa, ella buscó en el patio la pintura y las herramientas para terminar de pintar la sala, que era lo último que faltaba. Apenas habían pasado un par de horas, cuando otra vez sintió un terrible miedo; sentía que no estaba sola y que alguien la vigilaba. Haciendo un esfuerzo grande por superar sus temores, Marcela fue al baño del piso de arriba para lavarse la cara, pero cuando se miró en el espejo… ahí estaba ella; era otra vez esa mujer, la misma que ya se le había aparecido en otras oportunidades.

—Eres una cerda inmunda —le dijo.

Marcela salió corriendo con el corazón acelerado, y casi sin poder controlar el temblor de sus piernas, bajó las escaleras y salió de la casa; entonces, cruzó la calle asustada y llorando, sin darse cuenta del automóvil que venía hacia ella, en sentido contrario.

Aunque el conductor intentó frenar a tiempo, ocurrió la desgracia…

Cuando los vecinos llamaron a su hermano para avisarle, él salió de la reunión sin siquiera despedirse de sus jefes y se fue inmediatamente para la clínica donde la ambulancia la había llevado.
A pesar de la rabia que sentía, Ricardo pensó que era justo avisarle a Juan Camilo, ya que en el fondo sabía que aún la amaba y que ella también lo necesitaría a su lado en esos momentos.

Estando en la sala de espera, mientras oraba y pedía a Dios por la vida de su hermana, dos médicos se le acercaron para hablar con él. Uno, era el doctor que la había atendido, éste le explicó que Marcela estaba en observación por el impacto que recibió, pero que se iba a poner bien muy pronto, pues las heridas habían sido superficiales.

El otro doctor era el psicólogo de la clínica y se presentó, preguntando a Ricardo si él era el esposo de la señora Marcela Rodríguez. En ese preciso momento entró Juan Camilo, y dijo: —Yo soy el esposo, Juan Camilo Echeverri; doctor, por favor dígame, ¿cómo está ella?

—Señor, su esposa ha estado en observación por aproximadamente una hora, y tengo fuertes motivos para creer que la señora sufre de un grave desorden de personalidad, ya que desde hace mucho rato está teniendo conversaciones con ella misma y dice cosas incoherentes, pasando de la risa al llanto con increíble facilidad, como si sufriera de algún trastorno de bipolaridad. Voy a remitirla a Psiquiatría mañana en la mañana.

Juan Camilo aceptó firmar los permisos para que Marcela fuera ingresada y evaluada por un Psiquiatra, porque, aunque habían pasado ya tres meses desde la separación, él aún la seguía amando tanto como el primer día, cuando se conocieron, 4 años atrás, en un cumpleaños de María Laura.

Las semanas siguientes fueron muy duras para todos. Entre gritos, cambios repentinos de humor e inclusive varios intentos de automutilación, Marcela fue diagnosticada con un Trastorno de Identidad Disociativo.

Más tarde, después de tres sesiones de hipnosis se supo que el trastorno fue provocado por las burlas que de niña había sufrido en la escuela, producto de su obesidad infantil y de un episodio traumático, que su mente había borrado por completo, cuando fue obligada a comer de la basura por unos niños a la hora del recreo, mientras la golpeaban y le decían que era una cerda.

Todo esto explicaba su obsesiva necesidad de verse siempre bella y delgada; también explicaba sus drásticos cambios de humor y su inseguridad constante.

Su esposo regresó con ella para cumplir su promesa de amarla y cuidarla; también para evitar que volviera a lastimarse; él y su familia aprendieron a entenderla y la apoyaron durante todo su tratamiento, que duró más de 5 años. A partir de ese día Marcela Rodríguez comenzó, poco a poco, a amarse y sanar sus heridas de la infancia; y ya nunca más volvió a sentir miedo de la mujer que aparecía frente a ella en el espejo.
FIN

sábado, 25 de julio de 2020

El niño que se perdió en París (Cuento de Carlos Sérdna)


En el año de 1889, los habitantes de París, en Francia, estaban de fiesta por la inauguración de la obra arquitectónica más importante, hasta esa fecha, en todo el mundo: la famosa Torre Eiffel, en la apertura de la Exposición Universal de París.

Por aquellos días, vivía en la ciudad una familia numerosa de muy bajos recursos. El padre, Philippe Dumont, trabajaba como vendedor callejero de pan, ya que había aprendido de sus abuelos el antiguo y digno arte de la panadería.

Pauline, su mujer, se encargaba de cuidar a sus cinco hijos; tratando de darles una buena educación, aun en medio de la pobreza.

Jean-Paul, de 12 años era el mayor. Tenía un increíble talento para el dibujo, y ayudaba a sus padres a conseguir algunas monedas vendiendo los bocetos que realizaba sobre los lugares turísticos más visitados de París como La Torre Eiffel o la Catedral de Notre Dame, en donde, según él mismo decía, había logrado ver en una oportunidad al Jorobado, quien siempre aparecía de manera disimulada en todo lo que dibujaba, como si fuera su sello personal.

Después venía Lorette su segunda hija. A sus 10 años, ya soñaba con ser una famosa bailarina, pero sus padres no tenían el dinero para inscribirla en clases de ballet, por lo cual la niña vivía amargada y solía pelear con sus hermanos hasta por las cosas más simples e insignificantes, demostrando, además, sus grandes cualidades para la actuación y el melodrama.

La pequeña Charlotte tenía 7 años, y era la ayudante principal de su madre en todas las labores de la casa. Cocinaba y limpiaba mucho mejor que su hermana, y siempre estaba dispuesta a colaborar para mitigar un poco las preocupaciones de su padre.

Jean-Pierre, por otra parte, era el más travieso de todos. Con apenas 5 años había demostrado asombrosas cualidades para aprender todo lo que le parecía interesante. Como sus padres no contaban con lo necesario para poder enviarlos a la escuela, Jean-Pierre estudiaba y aprendía con la ayuda de Philippe, su papá, todo lo que decían los diarios que encontraba tirados en la calle, gracias a su extremada facilidad para retener conocimientos.

El más pequeño de todos se llamaba Gerárd y tenía solamente 3 años.

Ocurrió que un día, en que la familia había salido a ofrecer sus panes a los miles de visitantes que llegaban de todas partes del mundo para admirar el maravilloso monumento de la torre, una fuerte discusión comenzó entre varios de los hermanos. Todo empezó porque Lorette y Charlotte se peleaban por ir de la mano derecha de su madre, lo que causó la intervención de Jean-Paul, su hermano mayor, quien muy indignado, les reclamó su falta de colaboración ante el inmenso esfuerzo que hacían sus padres para poder llevar comida a la casa.

En ese momento, mientras Philippe llevaba en sus espaldas un saco lleno de pan fresco e intentaba hacer que el bebé dejara de llorar y que Jean-Pierre no se soltara de su mano, en medio de tanta gente, Pauline perdió la paciencia y les gritó muy fuertemente a sus dos hijas. Esto ocasionó que Charlotte se pusiera a llorar muy triste y ofendida, pero su hermana mayor, Lorette, que era más rebelde y de carácter explosivo, salió corriendo en medio de la multitud.

Al ver la reacción de su hija, la madre corrió rápidamente para alcanzarla, llevando a Charlotte agarrada de su mano, pero en medio de la confusión, al ver a su esposa y sus hijas desaparecer entre tanta gente, Philippe tropezó con una piedra y cayó al piso, dejando caer también el saco con los panes, los cuales se regaron por toda la calle.
Sumergido en la desesperación, tratando de recoger el pan y de evitar que la gente lo pisara o le robara todo, con el pequeño Gerárd en sus brazos, Philippe perdió de vista a Jean Pierre.

Cuando la madre y las dos niñas regresaron, encontraron a Phillipe y a Jean-Paul, con los ojos bañados en lágrimas, y una expresión de desconcierto, mientras gritaban entre la gente el nombre de su pequeño de 5 años.
En ese momento, comenzó la tarea más triste y angustiosa que la familia había tenido que enfrentar, encontrar al niño en medio de una cantidad de personas jamás antes vista en la Ciudad de la Luz.

Nada podía ser peor para la familia Dumont, entre la música de los acordeones y las risas de la gente que caminaba maravillada ante la imponente Torre de más de 300 metros de altura, ellos buscaban desesperadamente al niño.

El pequeño Jean-Pierre era muy curioso y estaba fascinado con la idea de llegar un día a ser maestro. Por esa razón, su mayor sueño era asistir a la escuela para poder aprender. En el momento en que su padre y su hermano se agacharon a recoger el pan, el pequeño niño vio, en la vitrina de una librería cercana, un libro enorme que tenía en la portada un mapa con todos los países del mundo, y no pudo evitar la tentación de acercarse a mirar.

El dueño de la librería era un hombre mayor; su mal temperamento y su desprecio hacía los pobres eran producto de una vida llena de frustraciones debido a su incapacidad para procrear por una condición médica que él interpretaba como una injusticia de la vida o un castigo de Dios.

Al ver al niño poniendo sus manitos sucias sobre el cristal, para poder mirar bien los libros, el hombre salió de la tienda con una gran regla de madera amenazando a Jean-Pierre con pegarle y llamar a la policía, mientras le gritaba que era un mugroso ladrón.
El niño se asustó mucho; por ese motivo salió corriendo con tanta fuerza para no ser alcanzado, que olvidó el lugar exacto donde habían quedado su padre y sus hermanos recogiendo el pan. Intentó varias veces regresar al mismo sitio, pero las calles de París parecían repetirse una y otra vez, con el mismo mar de gente que le daba la sensación de estar caminando en círculo.

A pesar de que Jean-Pierre era un niño muy precoz y demasiado inteligente, su inocencia no le permitía aún reconocer la maldad de las personas; por eso comenzó a preguntar a la gente que pasaba si habían visto a un hombre vendiendo pan con un bebé cargado en brazos.

La mayoría de las personas a las que preguntó lo trataron con desprecio; eran egoístas; estaban demasiado ocupadas divirtiéndose y disfrutando de la Exposición, como para atender las necesidades de un niño pobre. Muchos lo empujaban y otros simplemente ignoraban su angustiosa solicitud de ayuda.

Dos hombres con aspecto elegante se acercaron a Jean-Pierre, diciéndole que habían visto a sus padres y que lo llevarían con su familia. Jean-Pierre accedió y se fue con ellos de la mano. Pero el niño comenzó a desconfiar de la buena intención de aquellos hombres que miraban para todas partes con evidente nerviosismo.

Entonces, el pequeño les dio una falsa descripción sobre su padre para poder saber si los hombres decían la verdad. Uno de ellos, al percatarse de que el niño estaba sospechando, le apretó muy fuerte la mano diciéndole —¿Te crees muy listo niño? — En ese momento Jean-Pierre mordió la mano del hombre y pateó la rodilla del otro, pudiendo soltarse y correr para escapar del peligro.

Unas calles más arriba, sus padres también preguntaban desesperados si alguien había visto a un niño pequeño; pero lo único que encontraron fueron las burlas de personas indolentes que los despreciaban por su apariencia humilde.

Después de casi dos horas de estar buscando Pauline tuvo una idea; pensó que su pequeño hijo era lo suficientemente inteligente como para encontrar el camino a casa, la cual quedaba a unas diez calles de la Torre, a las orillas del rio Sena.

Se dividieron entonces; Philippe siguió en las calles buscando al niño, junto con Jean-Paul, mientras Pauline se iría, con el bebé y las dos niñas, a esperar que Jean-Pierre regresara a la vieja casa alquilada donde vivían.

En su desespero, motivado por su afán por encontrar a su hijo lo antes posible, conociendo muy bien los peligros de la calle, Philippe causó incomodidad a muchos de los elegantes visitantes al evento. Un caballero de fina estampa y su esposa dieron aviso a cuatro policías que se encontraban en la parte de abajo de la Torre, la cual servía de entrada para la Exposición Universal de París.

Los agentes de seguridad se acercaron a Philippe, quien al verlos venir se alegró pensando que al fin la ayuda había llegado; pero en vez de eso lo acosaron con preguntas pidiéndole su permiso sellado para vender panes en la calle. Philippe se exasperó por la actitud despótica de los policías y discutió con ellos. Uno de los policías intentó entonces esposar a Philippe, quién reaccionó empujándolo al piso, lo que ocasionó que lo llevaran preso, sin importar el llanto y las súplicas de Jean-Paul quien trató, sin éxito, de explicarles todo lo que les estaba sucediendo y la reacción de su padre.

Jean-Paul corrió a casa para contarle a su madre lo que había pasado. Pauline no se permitió llorar delante de sus hijos; les dijo a las niñas que cuidaran muy bien a Gerárd y se fue con su hijo mayor a la estación de policía. Al llegar, rompió en llanto al ver a su marido encerrado como un animal, pero por más que suplicó no lo quisieron soltar; por el contrario, le dijeron que tenía que permanecer tres días detenido o pagar una fianza de 20 francos.

Ellos no tenían esa cantidad de dinero, pero de alguna manera debían conseguirlo. Jean Paul le dijo a su madre que iba a vender sus dibujos de París y Notre Dame con su famoso jorobado en la entrada de la Torre Eiffel para conseguir el dinero de la fianza, y así lo hicieron. Mientras Pauline seguía tratando de encontrar a Jean-Pierre por toda París, su hermano Jean-Paul se paró en la entrada de la Torre para vender sus dibujos y reunir el dinero para sacar a su padre de la cárcel. Los ofrecía a 3 francos cada uno y logró vender tres de ellos; pero aún necesitaba mucho dinero y la preocupación por su familia lo embargaba más cada segundo.

De repente, un señor de cabellos blancos y traje muy lujoso se acercó con su sirviente para mirar los dibujos del muchacho. Jean-Paul le contó su historia y no pudo evitar que una lágrima se le escapara. Aquel hombre se compadeció del niño, ya que le recordaba mucho a un hijo con el que había discutido hacía muchos años, porque nunca pudo perdonarle que se hubiese enamorado de una mujer de clase pobre.

—Te los compro todos — le dijo el caballero a Jean-Paul. — Y quiero que me lleves a donde tienen a tu padre.

El buen hombre llevó al niño a sacar a Philippe de la cárcel; pero al verlo no lo podía creer; entendió ese impulso incontrolable que lo había llevado a acercarse a aquel niño en la puerta de la Torre: Philippe era el hijo que había buscado por tantos años.
Los dos hombres se abrazaron y lloraron de la emoción, el destino los había unido nuevamente en las circunstancias menos pensadas. Pero aún faltaba encontrar al pequeño Jean-Pierre.

Habían pasado más de cinco horas desde que lo habían perdido; Sir Gerárd Vincent Dumont, su hijo Philippe y su nieto Jean-Paul se disponían a salir acompañados de una comisión de la policía para tratar de encontrar al niño, cuando un grito en la distancia los detuvo: —¡Papá aquí estoy! —gritó nuevamente Jean-Pierre, —¡Papá!

Ese lunes, 6 de mayo de 1889, mientras Gustave Eiffel era condecorado en lo alto de la Torre que lleva su nombre, la familia de Jean Pierre Dumont aprendió una gran lección. Pasaron los años y, con la ayuda de sus padres y hermanos; gracias al apoyo su abuelo, Jean-Pierre se convirtió en un gran maestro y llegó a ser director de una escuela para niños de bajos recursos, en las afueras de París.
FIN.

lunes, 20 de julio de 2020

La lista (Poema de Carlos Sérdna escrito el 18 de julio de 2020)


Si escuchas un ave que canta feliz,
Si vez esa luz que brilla desde el cielo;
Si anhelas tomar tu café mañanero,
Si alabas a Dios aunque el día esté gris.

Si tienes por quien elevar oración,
Si amas a alguien que no está a tu lado;
Si todo tu día ya lo tienes planeado,
o no se te da la planificación.

Significa entonces que tú vivir quieres,
y debes vivir feliz cada segundo;
sabiendo que solo podemos mejorar el mundo,
Si hacemos el bien a muchos otros seres.

Si llega a tus manos lo que hoy escribí,
tú estás en mi lista de gente importante;
le pido a mi Dios te bendiga bastante,
y un hermoso día sea hoy para ti.

Carlos Sérdna

POEMA DE LA MAÑANA (Poema de Carlos Sérdna, escrito el 12 de julio de 2020)

Muy buenos días familia amada;
muy buenas nuevas traiga este día;
Esta mañana, bella, soleada;
se oye un trinar, una melodía...


Hoy con mis versos, muy mañanero,
solo pretendo ser instrumento;
Porque Dios sabe que no les miento,
Cuando les digo cuanto los quiero.


Vuele hasta el cielo mi poesía,
Y el día de hoy no les falte nada;
Es el anhelo del alma mía,
Que en estos versos quedó plasmada.

INTENSA (Poema de Carlos Sérdna, escrito el 17 de julio de 2020)



Hace unas semanas amé más la poesía,
¡Ahora forma parte, permanente, de mi vida!
Es como una musa, a la que extraño si no viene,
dulce cuando me habla, pero intensa cuando quiere.

Loa a Niquitao (Poema de Carlos Sérdna, escrito el 17 de julio de 2020)


Como te añoro mi tierra hermosa,
Tu gente buena, tu blanca niebla,
 y el verde intenso de tu belleza;
Sentir el frío de tus mañanas,
Ganar la guerra estando en la cama,
Con un café despertar hambriento,
Con el sabor de aquel dulce aliento,
Con la emoción del primer intento,
Amar sin parar, sin remordimiento;
Desayunar con una andinita,
 Mirar tus tetas, ¡Tierra Bendita!
Calmada, serena, tranquila y sensual;
Como aquel deseo de un encuentro casual;
¡No sabes que ganas tengo de volver,
de nuevo a tu plaza…Y al cuartico aquél!

Romance Indetenible (Poema de Carlos Sérdna, escrito el martes 14 de julio de 2020 )



Cada vez que me despierto junto a ti,
Me convenzo que soy un hombre mejor,
Siento miles de canarios que al volar,
Dejan una estela llena de color;
Una luz entra y te alumbra frente a mí,
Es difícil no admirar tu resplandor;
Entonces nuevamente te descubro,
Esa misma que he mirado en mi dolor,
Ardiente como llama que no quema,
La que da a toda mi vida su valor,
Sonriente, cansada, desnuda y gentil,
Nunca quise como a ti, mi gran amor.

LA ETERNA NOVIA DE HANS




Él la amó incesante,
Ella, en primavera;
Todavía la espera,
Siglos adelante.

No pudo olvidarla,
Ni un instante breve;
Es fácil amarla,
Cada vez que llueve.

                                                                                           Carlos Sérdna.

Loa prohibida (Poema de Carlos Sérdna escrita el 17 de julio de 2020)



Anoche te esperé…nunca escribiste.
Las ganas, la latencia, la culpa y mi conciencia;
Mientras pasaban las horas como pájaros de guerra
Yo intentaba inútilmente no elevarme de la tierra.
Tú voz de carrusel en mi cabeza,
Tu piel de seda que aún no he acariciado;
Tus besos ese fruto tan deseado,
Tu boca apetitosa y dulce fresa,
Tu nombre y tus cabellos encantados;
Anoche te esperé…me puse triste.


“ERES YO” (Poema de Carlos Sérdna, escrito el 15 de julio de 2010)





Muchos siglos transcurrieron desde entonces,
Extraviado en el Nirvana, yo… en silencio;
Tan genial, sin tu talento conocerlo.
Con poder para vencer a los dragones.

Así andabas como un barco a la deriva,
Que sin luz de faro pierde pronto el norte;
Cansado, perdido, ignorando tus dones;
Con oro en tus manos y fuego en tus rimas.

Pero un día despertaste de tu sueño,
Y entendiste la razón del nacimiento;
Sabes bien, mi viejo amigo que no miento,
Reconozco tu grandeza en el espejo.

Eres aquel poeta que siempre supiste
Eres yo, navegando al puerto tan ansiado;
Eres lo que intentaron mantener callado,
Eres voz de cantor y el poema que hiciste.

Te he visto cantar, contar; cantor de la vida,
Tú quieres volar, valer, valor; que te sobra;
Un hada te ha despertado con su encanto
Yo…con mi canto.

La mentira ninguna,
La fuerte conexión,
Como un lobo y la luna,
Melodía y canción.

Ahora debes despertar a muchos seres,
Que también siguen dormidos, ignorando,
Que la fuerza de sus almas va brotando,
Como brotan en el campo los claveles.


miércoles, 15 de julio de 2020

MARÍA ALEJANDRA VENTURA: ORGULLO VENEZOLANO, EJEMPLO DE CONSTANCIA Y DISCIPLINA



Existen muchas personas que, por sus grandes cualidades o logros obtenidos, representan un verdadero ejemplo de motivación para los demás.
No obstante, es mucho más admirable cuando se trata de niños; ya que, en algunos casos, han logrado, a su corta edad, metas que muchos adultos ni siquiera soñamos alcanzar.

Este es el caso de María Alejandra De Los Ángeles Ventura Castillo, una niña carabobeña que, a sus 8 años, está dejando muy en alto el nombre de Venezuela por sus logros deportivos en el Kárate, a nivel nacional e internacional.

María Alejandra ha quedado campeona internacional de Karate-Do en la modalidad de Kata, dentro de la categoría de 6 a 8 años, en varias competencias que se realizan, vía online, en estos tiempos de cuarentena.


Sus padres, Luis Miguel Ventura y Yosi Castillo, la han apoyado desde muy pequeña para que ella logre todas sus metas; enseñándole el valor de la constancia, obediencia y disciplina. Además de ser una gran representante del Kárate, María Alejandra también es estudiante de inglés.

Su historia en el mundo del deporte comenzó cuando tenía 3 años de edad, ya que, en una oportunidad, la niña llegó del preescolar con moretones y rasguños, lo cual causó gran preocupación en sus padres. Esta situación se presentó nuevamente en dos ocasiones las siguientes semanas; motivo por el cual su papá y su mamá tomaron la decisión de cambiarla de colegio. Pero también tomaron otra decisión que marcaría el principio de un camino de éxitos para la pequeña María Alejandra.

Ellos sabían, como padres responsables y sensatos, que no siempre iban a poder estar ahí para protegerla en todas partes a donde ella fuera; entonces decidieron inscribirla en una escuela de Karate para que aprendiera a defenderse por sí misma.

Cerca de su casa había un Dojo dirigido, en aquél entonces, por el Sensei Richard Maiani, actualmente fuera del país. El Sensei Richard entrenó con amor, paciencia y dedicación a María Alejandra durante más de dos años, hasta que salió de Venezuela para cumplir con compromisos deportivos.

Pasado este tiempo, sus padres la llevaron a entrenar en el Polideportivo Misael Delgado de la ciudad de Valencia, donde ingresó a la selección infantil de Carabobo.
Actualmente, María Alejandra entrena cinco días a la semana con la Sensei Ariadna González, quien además de ser su entrenadora se ha convertido, gracias a su entrega, cariño y dedicación, en parte de su familia; ya que está cien por ciento comprometida con la educación y bienestar integral de la niña.

Luis Miguel Ventura y su esposa Yosi, apoyan totalmente a su pequeña campeona; acompañándola a todos sus entrenamientos diarios, y trabajando duro para poder cubrir los gastos que se originan de las competencias, traslados, equipos, uniformes y entrenamientos que la disciplina del Kárate requiere.

Por el momento, María Alejandra no cuenta con el patrocinio de ninguna persona o empresa, pública ni privada, que apoye el talento infantil venezolano, para cubrir los gastos.

Cualquier institución gubernamental, persona, fundación o empresa interesada en apoyar la carrera deportiva de la pequeña María Alejandra Ventura puede ponerse en contacto con sus padres al teléfono +58 412-7543064 o por el correo electrónico luis30.ventura@gmail.com, para contribuir, de esa manera, a que continúe cosechando triunfos y ganando medallas para Venezuela.

Por estas y otras muchas razones, la pequeña María Alejandra Ventura y sus padres son, definitivamente, GENTE QUE MOTIVA.


martes, 14 de julio de 2020

YAJOCA: EXCELENTE ATENCIÓN Y SERVICIO, AÚN EN TIEMPOS DE CUARENTENA



Hace unos días, revisando mi cuenta de Instagram @carlos.redactor, vi una publicación de YAJOCA C.A. en la que promocionaban un peso electrónico ideal para medir ingredientes de repostería.

Hacía ya varios meses que mi esposa buscaba precisamente uno de esos aparatos para su emprendimiento de elaboración de panes y dulces; así que pensé que era un buen momento para comprárselo.

No obstante, en estos tiempos de cuarentena, si uno no tiene vehículo propio es muy difícil trasladarse a cualquier parte para buscar y encontrar lo que se necesita.
Fue así como me decidí a escribir a @tiendasyajoca y pedir información para la adquisición del producto.

Desde el primer contacto, por mensaje directo, recibí una excelente atención por parte de los operadores. Me indicaron un número de teléfono para ponerme en contacto por WhatsApp (+58 414 4859786) y darme, de esa manera, una atención mucho más personalizada.

Efectivamente fue así; al comunicarme a su número de teléfono me indicaron absolutamente todo lo que necesitaba saber sobre el producto: funcionamiento, precio, medios de pago, especificaciones e inclusive imágenes para que yo pudiera decidir si realmente era lo que estaba buscando.

También me indicaron que, en caso de querer comprar el producto, contaban con servicio de delivery, por un bajo costo, para que yo no tuviera que salir de mi casa.

Para el momento de hacer el pago móvil, ya no era hora de entregas, debido a que los repartidores se encontraban en la calle entregando los pedidos de las primeras horas de la mañana. Por tal motivo, me indicaron, muy amablemente, que me tocaría esperar hasta la tarde para recibir mi producto.

Sin embargo, el operador que me atendió me dio su palabra de enviarme el peso electrónico en la primera oportunidad que se presentara. No había pasado ni una hora, cuando recibí una llamada telefónica diciéndome que se encontraban en el frente de mi casa para hacer la entrega.

El motorizado era un señor muy bien educado, que me entregó la nueva adquisición del negocio de repostería de forma amable y eficiente.

Como se podrán imaginar, el regalo fue motivo de gran alegría por parte de mi esposa, quién comenzó, apenas lo sacamos de la caja, a pesar azúcar, levadura, polvo de hornear, sal, vainilla y todo lo que se le ocurría para verificar la efectividad de su bien merecido regalo.

Pasadas un par de horas, recibí otro mensaje de YAJOCA C.A. para confirmar que el producto me había sido entregado sin ningún contratiempo, y que estaba satisfecho con la compra.

Es muy natural que, después de recibir tan buen servicio, uno quiera recomendar a una empresa tan humanizada y centrada en sus clientes. 

Por eso decidí escribir esta breve reseña, para compartir mi experiencia como cliente de YAJOCA C.A y agradecerles por ofrecernos productos tan excelentes y un servicio de primera calidad.


Por tal motivo los invito a visitar la cuenta de Instagram de @tiendasyajoca o comunicarse con ellos directamente al +58 414 4859786, para que puedan enterarse de todas las fabulosas ofertas y promociones que tienen en cuanto a equipos electrónicos, celulares, línea blanca, muebles, accesorios y todo lo que podamos necesitar para hacer de nuestro hogar un lugar más agradable.

Atentamente,
Carlos Sánchez Martínez.

lunes, 13 de julio de 2020

JOSÉ GUILLÉN Y LA CARRETA DE SAN DIEGO



En San Diego, estado Carabobo, existe un lugar emblemático, que se ha convertido, desde hace ya muchos años, en un punto de referencia obligado; además, es conocido por todos los sandieganos, y en muchas partes de Venezuela y el mundo; estoy hablando de “La Carreta”.

Este hermoso monumento fue realizado por el artista plástico, escritor y poeta José Guillen Reyes, quien se dio a la tarea de adornar, con su hermosa obra, una de las paredes externas de su casa, ubicada en la manzana E-4 de la urbanización La Esmeralda, como un regalo cultural para toda la comunidad.
Maestro José Guillén Reyes

En sus inicios, “La Carreta” nació como un proyecto en donde se conjugaba la gastronomía con el arte y la espiritualidad; ya que era parte de la decoración de un kiosco donde se vendía una excelente comida rápida, mientras se podía disfrutar de buena música, en un agradable ambiente lleno de arte y cultura.



Hacía ya mucho tiempo que tenía en mente hacer un artículo sobre esta maravillosa y pintoresca obra de arte; así que un buen día, me decidí a buscar en su casa al maestro Guillén, para tener el honor de conocerlo y pedir su consentimiento para escribir estas líneas.

Desde el momento en que lo conocí pude darme cuenta de que era un hombre extremadamente culto, sabio e inteligente. Su manera de expresarse con palabras profundas y elocuentes, además de ese lenguaje poético típico de los intelectuales y artistas, contrastaban con la impresionante humildad de aquel hombre que me dijo no esperar reconocimiento alguno por parte de las autoridades, ya que, según sus propias palabras, su obra pertenece a toda la comunidad.

El día de mi primera visita no quise quitarle mucho tiempo, así que después de tocar a su puerta y presentarme como un humilde escritor y poeta, le expliqué mis intenciones de hacer una breve reseña sobre él y su obra, y me retiré con su amable promesa de invitarme unos días después a compartir una taza de café y responder a algunas de mis preguntas.

Pasados unos días, comencé a comunicarme con él a través de mensajes de texto, para definir la fecha y hora del siguiente encuentro, el cual se dio unas tres semanas más tarde.

Todo ese tiempo, me sirvió para darme cuenta de que además de ser un excelente artista plástico, José Guillén es un artista integral y un excelente ser humano, que se ganó en poco tiempo mi amistad, respeto y admiración.


SUS FACETAS COMO ARTISTA

Como escritor y poeta ha publicado varías obras, entre las que destaca su libro “De Vida Intensa”, el cual fue presentado y bautizado el 07 de noviembre de 2010 en la Feria Internacional del libro de la Universidad de Carabobo.



Además de “La Carreta”, José Guillén Reyes ha realizado también varias esculturas y pinturas que lo han hecho merecedor de varios reconocimientos.

Quien ha tenido el honor y la oportunidad de entrar a su casa puede dar fe de la creatividad expresada en sus obras, las cuales combinan el arte con las ciencias. Un gran ejemplo de ello es la mesa de centro que adorna su sala que sostiene, dando la impresión de estar levitando, sobre una sola pata, el gran peso de la misma, de una manera inexplicable.




La carreta ha tenido algunas modificaciones a lo largo de los años, pero aún sigue y, con el favor de Dios, seguirá adornando las calles de la Urbanización la Esmeralda, para orgullo de todo el pueblo sandiegano y de toda Venezuela.
Por todas estas razones el maestro José Guillén Reyes es, definitivamente, ¡GENTE QUE MOTIVA!