domingo, 31 de mayo de 2020

GENTE QUE MOTIVA: Reinaldo Sánchez




Esta entrega especial de GENTE QUE MOTIVA quiero dedicarla al sr. Reinaldo Sánchez; abogado y trabajador venezolano que, aunque se encuentra actualmente fuera del país, sigue dejando muy en alto el nombre de Venezuela con sus logros y esfuerzo constante a sus 70 años.

Dedicado siempre al comercio independiente, Reinaldo Sánchez trabajó por mucho tiempo vendiendo libros jurídicos debido a su pasión por el Derecho, carrera que tuvo que dejar incompleta cuando salió de su Colombia natal hace más de cuarenta años, para llegar a esta tierra con su esposa y sus tres hijos buscando un mejor futuro.

De esta manera, saco adelante a su familia con su amor y trabajo honesto; primero como vendedor de libros y luego con varios emprendimientos de comida, chicha y productos de limpieza.

Las virtudes que acompañan a este buen venezolano son muchas, pero entre ellas se destacan su honradez, educación y perseverancia. Todo aquel que ha tenido la oportunidad de conversar con don Reinaldo se da cuenta de que está ante un hombre de una gran cultura general y modales sumamente caballerescos, que son poco comunes en la sociedad actual.

Reinaldo Sánchez, haciendo gala de esa constancia y esfuerzo que siempre lo han caracterizado, decidió un día que ya era hora de continuar sus estudios de Derecho, y fue así como después de los 60 años comenzó la carrera de estudios Jurídicos, siendo siempre uno de los mejores de su clase.

Su graduación como Abogado de la República, además de ser un gran orgullo para él mismo, ha servido de motivación a todos quienes lo conocen y se ha ganado el respeto, incluso, de muchos abogados que durante años compraron los libros de Derecho que Reinaldo vendía.

Para su familia, es un honor muy grande llevar su apellido ya que, a pesar de estar fuera del país por motivos laborales, siempre sigue pendiente de sus seres amados con sus sabios consejos debido a la crisis económica que atraviesa el país.
Por esos motivos el señor Reinaldo Sánchez es definitivamente GENTE QUE MOTIVA.

Carlos Sánchez Martínez




Milagros estaba decidida, a toda costa, a tener su hija, pero su edad ya no la favorecía para la adopción; mucho menos para pensar en ser madre biológica. El amor para ella era una gran mentira; una que había mantenido a sus padres atrapados en una vida infeliz para satisfacer a una sociedad, a la que realmente ellos nada le importaban.

Una noche, mientras revisaba, una y otra vez, sus correos electrónicos con la esperanza de que alguien se acordara de ella, Milagros vio, en el Instagram de una revista digital, la historia de una familia que había adoptado un hijo.

El artículo narraba los hechos con impresionante exactitud, era tan descriptivo que le recordó a una novela de García Márquez que su padre siempre le leía cuando ella era pequeña, en la cual todos los protagonistas se llamaban igual.

Pero lejos de disfrutar la lectura, sus dudas comenzaron nuevamente; ya que en el caso que narraba el escritor de la nota de prensa, el niño al crecer asesinaba a sus padres adoptivos; supuestamente por un desorden mental de nacimiento sumado a algo que llamaban el “Efecto Estocolmo”.

Otra vez la depresión se apoderó de ella. Pero ahora de una manera diferente. Parecía un robot autómata carente completamente de emociones, realmente todo le daba igual.
Ni siquiera quiso poner la denuncia cundo su madre le informó que había descubierto a una de las empleadas del salón de belleza sustrayendo dinero de la caja chica. —Mamá, has lo que se te de la puta gana, a mí déjame en paz— le respondió, sin ni siquiera mirarla a la cara.

Don Anselmo no soportaba verla así. Todas las mañanas la despertaba temprano con un cafecito caliente y el desayuno para tratar de animarla, pero todo era inútil. El viejo poco a poco también se deprimía porque no encontraba la manera de ayudarla. Eso le ocasionó inapetencia e insomnio por el estrés y las preocupaciones; lo cual a su vez terminó por activarle una gastritis severa que años atrás había desaparecido con medicina natural.

Pasó varios días en cama, pues el dolor a veces era tan fuerte que se doblaba en posición fetal para tratar de encontrar el alivio que ahora el jugo de sábila no lograba calmar. En esos días no se abrió el restaurante.

sábado, 30 de mayo de 2020

LA FE VERDADERA EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS



Los días que estamos viviendo no son nada fáciles. El mundo entero se ha unido por el dolor y la fe; el virus que aún está azotando a la humanidad, ha causado heridas indelebles y pareciera que ya nada volverá a ser como antes.
No obstante, cuando la noche está más oscura es cuando se acerca el amanecer.

Confiar en Dios es mucho más que orarle y pedirle lo que tanto queremos o necesitamos; es tener la plena y absoluta seguridad de que su amor estará siempre con nosotros, pase lo que pase.

Las experiencias negativas que tenemos en la vida muchas veces nos dejan traumas y temores muy difíciles de superar. Una persona que ha sido traicionada por lo general se vuelve desconfiada y actúa constantemente a la defensiva para evitar que la vuelvan a herir.

De igual manera, una persona que ha sido víctima de un atraco o un secuestro muy probablemente desarrolle un miedo incontrolable ante situaciones que le hagan sentir la posibilidad de que esa terrible experiencia pudiera repetirse.

Por ese motivo, la fe de muchas personas falla al ver al mundo sufrir las terribles consecuencias de esta enfermedad llamada COVID-19.

UNA HISTORIA DE FE

Una vez escuché una historia, que no sé si realmente sea cierta, pero me parece totalmente posible. Me contaron que un día, una señora estaba en su casa, preparando la comida, cuando tocaron a la puerta y era un hombre con aspecto de mendigo que le pidió el favor le regalara un vaso con agua. La señora se condolió de él, ya que el hombre parecía muy honesto, inclusive, conversaron un poco, a través de la reja, sobre la inseguridad que vivimos hoy en día.

Al no despertar en ella ninguna desconfianza, la señora le abrió la reja y lo dejó pasar a la sala. El hombre se mostró muy agradecido y le dijo: Dios la bendiga señora, mientras ella lo invitaba a sentarse e iba a la cocina por el agua para el sediento visitante.

Sucedió que al regresar, la señora pudo observar en el hombre una actitud muy sospechosa; en ese momento,  este sacó de su bolsillo un cuchillo muy afilado y lo puso frente a la señora diciendo: lo lamento mucho, señora, pero deme todo el dinero que tenga o la mato…
La mujer, que por cierto era cristiana, tomó un fuerte respiro; después, con mucha calma dejó el vaso con agua encima de la mesa y dijo: En el Nombre Poderoso de Jesús, te cubro con la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y ¡te ordeno que sueltes inmediatamente ese cuchillo!
 Luego,  bendijo al ladrón y comenzó a orar por su alma, pidiéndole a Dios que entrará en el corazón de aquel que, en ese mismo momento, amenazaba su vida…El hombre no pudo soportar y estalló en llanto, luego se sentó mientras dejaba caer al suelo el cuchillo, el cual la señora, rápidamente agarró y arrojó muy lejos.

El hombre arrepentido siguió llorando mientras ella llamaba a la policía y esperó pacientemente, sin decir una sola palabra, a que vinieran por él…

Todo el que ha sufrido la experiencia de tener un cuchillo, o un arma de fuego, apuntando contra su vida sabe que es normal que el temor se apodere de todo el cuerpo; las piernas comienzan a temblar, la lengua pierde su fluidez, y solo se piensa en los seres amados y en cuanto van a sufrir si algo malo llegara a pasar.

Pero la señora de esta historia no se permitió sentir miedo. Por el contrario, confió plenamente y recordó lo que tantas veces había escuchado los domingos en la iglesia: “La sangre de Cristo tiene Poder”.
Ese día, la fe de esa mujer pasó la prueba.

DIOS NO NOS PONE PRUEBAS

Cuando atravesamos situaciones difíciles es cuando nuestra fe realmente demuestra que tan fuerte es.
Dios no es cómo la mayoría de las religiones nos han hecho creer; él no nos pone pruebas pues conoce muy bien nuestro corazón. Sabe nuestras fallas y debilidades, no nos pone trampas ni tentaciones,  porque sabe hasta donde podemos soportar y de qué cosas somos capaces.

Sin embargo, nuestro libre albedrío nos ha permitido, en muchas ocasiones, tomar decisiones equivocadas. Esas decisiones siempre traen consecuencias y es cuando la gente dice: “Es la voluntad de Dios”.
No obstante, en realidad, la voluntad de Dios es buena, perfecta y agradable. Dios no desea que enfermemos, pero muchas veces descuidamos nuestra salud, Dios no desea que nos traicionen, pero decidimos poner nuestra confianza absoluta en quien no debemos.

Dios no desea que vivamos en pobreza, pero nuestra mentalidad poco diligente nos ha llevado a vivir en una realidad llena de carencias.

Dios no quiere que tengamos angustias, pero nuestra misma irresponsabilidad y la falta de obediencia con las autoridades puestas por Dios en nuestras vidas, nos impide, muchas veces, tener una vida tranquila y libre de preocupaciones.

EL PORQUÉ DEL CORONAVIRUS

Las verdaderas causas de esta terrible enfermedad aún no están totalmente claras. Muchos dicen que nació accidentalmente en los mercados de animales de China, otros opinan que forma parte de algún plan malvado contra la humanidad. 

Lo que sí sabemos es que mucha gente ha muerto, en condiciones muy lamentables y que se contagia muy fácilmente.
Por ello, los gobiernos del mundo tomaron la decisión de implementar una cuarentena global para evitar más contagios.
Pero aún hay muchas personas que lo toman como algo sin importancia y no guardan la cuarentena, poniendo el riesgo la salud de todos.

Si la solución era tan fácil, si solamente teníamos que guardar distancia con los demás, cabe preguntarse por qué se ha extendido tan rápidamente la enfermedad.

La verdad es que el egoísmo y la falta de amor hacia los demás hacen que a la mayoría de las personas que no acatan la cuarentena lo hagan por rebeldía.

Pareciera que no les importa las desgracias ajena por que la ven como algo ajeno, piensan que no les afecta, que no es problema de ellos. Se olvidan que todos somos parte de uno solo, que venimos de la misma fuente, Dios.

Solo cuando la enfermedad toca a sus familiares o seres amados se lamentan y preguntan a Dios por qué permitió que eso pasará.

LA VERDADERA FE

La fe verdadera es la confianza que tenemos en que Dios no nos va a abandonar. La Biblia dice: “obedece a tu padre y a tu madre para que te vaya bien y tengas larga vida”.

Si queremos salir bien librados de esta pandemia tenemos que acatar las ordenes que nos dan nuestras autoridades. No salir de casa, o salir solo para lo estrictamente necesario; seguir las medidas de higiene dictadas por las autoridades de salud a nivel mundial, como lavarse muy bien las manos y usar tapabocas.

Además, debemos confiar en Dios de una manera alegre y optimista.
Es cierto que nos duele la gran cantidad de muertes y sufrimiento de otras personas, pero cada quien crea su realidad según su sistema de creencias.

Debemos aprovechar esta cuarentena para acercarnos a Dios y comenzar a verlo como parte de nosotros y no como un ser distante que solo quiere que lo adoremos y reconozcamos su poder.

Dios quiere que lo amemos, que lo hagamos parte de nuestras vidas, que lo incluyamos en cada cosa que hagamos y lo tomemos en cuenta para nuestras decisiones.

Dios solo quiere que estemos bien, que tengamos salud y que seamos felices.

Debemos aprender a confiar verdaderamente en Dios y entender que la fe verdadera que basa en agradecer y no en pedir.

Si agradecemos a Dios, con todo nuestro corazón, por la comida que tenemos veremos el milagro de ver llena nuestra alacena, aunque no tengamos un solo centavo.

Si agradecemos a Dios por nuestra salud y la de los nuestros se activará una protección especial sobre nuestras casas y ni los virus ni las enfermedades podrán hacernos daño.

Primero se agradece de corazón y luego nuestros ojos verán los milagros…así funciona.

Que Dios bendiga la vida y la salud de cada persona que lea estas líneas y bendiga también a todos sus seres amados. Amén.

Carlos Sánchez Martínez








Milagros parecía indiferente a las dolencias de su padre; estaba demasiado ocupada autocompadeciéndose como para entender que ella misma era la causa principal de las angustias del viejo.
En un nuevo intento por reanimarla, su papá habló con un amigo que tenía una hija que era abogado y especialista en adopciones.
A pesar de su corta edad, Angélica Díaz era toda una eminencia en esos temas. Su belleza y juventud le daban un aire de presentadora o actriz de televisión que la hacían una mujer muy interesante. Pero a la vez, irradiaba una paz y una espiritualidad tan sublimes que provocaban una limerencia incontrolable. Anselmo invitó a cenar en la casa a su viejo amigo, Víctor y su hija; con la intención de que Milagros y ella se conocieran y de esa manera poder ayudarla con sus planes de adopción.
Después de conocerse, se hicieron buenas amigas. Milagros no estaba acostumbrada a rodearse de gente sincera, así que le costó mucho poder darle su confianza y abrir, con Angélica, su corazón. Ella, por su parte, hacía todo lo posible por ayudarla con los aspectos legales, pero a la vez trataba de llenarla de fe hablándole de Dios.
Milagros la escuchaba, pero le costaba creer en sus palabras; para ella el amor era todo lo contrario a lo que Angélica le contaba que decía en la Biblia.
Durante varios meses se reunieron en la oficina del salón de belleza o en un café y conversaban sobre las opciones que Milagros tenía para optar a ser madre adoptiva, pero cada día parecía más difícil. Las leyes eran muy estrictas sobre la adopción en caso de ser madre soltera; y milagros ni siquiera contemplaba la posibilidad de volverse a casar.
Una tarde de junio Angélica le dijo que su solicitud, definitivamente, había sido rechazada. Milagros desistió de la idea de adoptar; y se alejó totalmente de la única amiga sincera que había tenido en su vida.

jueves, 28 de mayo de 2020



Capítulo III
Milagros estaba destrozada emocionalmente; se refugiaba en sus negocios y cada día se mostraba más distante con sus padres. A su mamá parecía no afectarle mucho; desde pequeña había tenido con su madre muy mala relación.

Mientras la dejara manejar las cuentas y dirigir los negocios a su antojo, su madre estaba contenta. Los momentos en los que más compartían eran las dos o tres horas semanales en las que se reunían en la oficina para discutir por los gastos suntuosos e innecesarios que su madre realizaba sin su permiso.

Después de varias agotadoras discusiones que llevaron meses, Milagros decidió despedir a su madre y contratar a otra administradora. Ella jamás se lo perdonó.
Las cosas por esos días estaban muy tensas en la casa. Su papá con sus constantes achaques, su madre no perdía oportunidad para amargarle la vida sacándole en cara, a toda hora, el amor y sacrificio con los que, según ella, la había cuidado toda la vida.

Por eso decidió mudarse a otra parte. En las afueras de la ciudad había un edificio que a ella siempre la había llamado la atención por su aspecto moderno, pero al mismo tiempo colonial. Quedaba muy cerca del salón de belleza, así que comenzó a explorar la posibilidad de comprar ahí un apartamento. Una vez terminados los trámites de la compra, Milagros se mudó.

Para su padre fue un golpe muy duro. Su madre, por el contrario, parecía sentirse feliz de quedarse con la casa, y su vez con la camioneta que Milagros había comprado para que ellos pudieran movilizarse a donde tuvieran que ir.

Un día, habiendo pasado tres meses desde que se fue a vivir sola, llegaron unos nuevos vecinos que alquilaron el apartamento de arriba de ella.

Aunque Milagros se enteró de la mudanza por el camión y el ruido que hacían al subir muebles y aparatos, no les dio mucha importancia. De no ser por los llantos de un bebé y la música a todo volumen habrían pasado desapercibidos.


miércoles, 27 de mayo de 2020

C3/p2


Pero un sábado en la mañana, después de una noche de tormento y sin poder dormir, por los lloriqueos infantiles en el piso de arriba, Milagros subió a reclamar porque su nuevo vecino tuvo la osadía de clavar algo en la pared a las 10 de la mañana.
Entonces, al tocar la puerta varias veces con ganas de pelea, Milagros quedó paralizada de la impresión cuando reconoció, en el rostro de su molesto vecino, unos ojos que hacía mucho tiempo no había visto. Era Miguel; aquel muchacho que en su juventud la llevaba a todas partes en su vieja bicicleta.
De no ser por una cuantos kilos de más y una calva pronunciada donde antes había una larga cabellera, que le daba un aspecto de hombre rebelde, casi no había cambiado nada. Su mirada seguía siendo la misma, aunque transmitía un sufrimiento que ella, en esos ojos, nunca había visto.
Después de saludarse, y al salir un poco del asombro, él la invitó a pasar a tomar un café. Ella aceptó, y sonrió al ver colgada de la pared la guitarra que tantas veces la hizo soñar, cuando todavía creía en el amor.
Miguel le contó que se estaba divorciando. Había encontrado a su esposa en la cama con el esposo de una vecina, un día en que salió más temprano del trabajo que de costumbre.
Tenían un bebé de año y medio, y él se había quedado con el niño; ya que la madre, que era una mujer caprichosa y egoísta, nunca quiso amamantarlo para que sus senos no perdieran rigidez.
Miguel había sufrido mucho en la vida. Había tenido dos fracasos matrimoniales que lo habían hecho perder la ingenuidad de su juventud, pero aún mantenía esa sonrisa amable que a ella la había enamorado, veintisiete años atrás.
Fueron muchos días de tomar café por las tardes mientras conversaban del pasado y cuidaban del bebé. Poco a poco, y de manera inevitable, un sentimiento nuevamente nació entre los dos.