martes, 7 de enero de 2025

Fantasía


 Fantasía
Ten cuidado con lo que deseas…
Puede hacerse realidad.

 por 
Carlos Serdna

Capítulo I          

Cada mañana, durante los últimos cinco años, se despertaba con una sola idea en su cabeza. Ya no deseaba solamente tener mucho dinero, sino que, además, por alguna razón que ni ella misma lograba entender, sentía la imperiosa necesidad de poder comprar todo lo que quisiera; ropa nueva cada semana, zapatos, la comida que le provocara, dulces, perfumes, y cualquier otra cosa que se le antojara en el momento.

Muchas cosas habían pasado desde ese terrible día en que se sintió tan humillada. Sin embargo, ese preciso instante, cuando vio en los ojos de la gente ese “brillito idiota” de quienes disfrutan de la desgracia ajena, nunca se borró de su memoria. Desde que era niña, ese había sido para ella el momento más esperado. Parecía que todo estaba listo para comenzar una nueva vida; ese mágico momento en que por fin saldría de aquel infierno en el que se le había convertido su casa. Por lo menos, eso era lo que ella esperaba.

Esa tarde, cuando los invitados ya estaban llegando, y las horas pasaban tan lento como las tortugas de patas rojas que alegraban y ensuciaban el patio de su casa, por un momento experimentó un sentimiento extraño, como un frío en el estómago; era como si de alguna manera supiera lo que iba a pasar. Aún así siguió con los planes tal como su madre lo había previsto desde hacía más de tres semanas. Se llamaba Milagros.

La noche en que su madre rompió fuente parecía más una película de suspenso que algo que podía pasar en la vida real; las llaves del carro no aparecían, después se quedaron sin gasolina y les tocó caminar casi tres cuadras, hasta que un taxi que pasó por la avenida se detuvo para ayudarlos cuando los vio con dos bolsos y una barriga; casi corriendo, completamente mojados  y con cara de angustia debajo de aquella lluvia inesperada y repentina, ya que hacía más de cinco meses no llovía en la ciudad.

Para completar, al llegar al hospital tuvieron que esperar, para que pudieran darles ingreso, hasta que el médico de guardia se dignó a aparecer, después de no menos de veinte llamadas que le hicieron desde la recepción unas enfermeras que conversaban, muy tranquilamente, sobre lo corta que estaba la falda de la nueva doctora.

Por fin, cuando nació, era demasiado bella, con la nariz perfilada y los ojos verdes como su madre; gracias a Dios, de su padre heredó solamente esa virtud envidiable de encontrar siempre lo bueno en cada situación, aunque eso siempre exasperaba el carácter impaciente y explosivo de mamá. Por eso le pusieron Milagros, ya que, según su papá, aquella interminable cadena de tropiezos e inconvenientes que se resolvieron de manera milagrosa la noche de su nacimiento, eran la prueba irrefutable de que Dios la había bendecido con buena fortuna para toda su vida.

Tal vez por eso, ni ella misma se podía imaginar que lo que se suponía debía ser el momento más feliz de su vida se convertiría al final en el recuerdo más vergonzoso y la causa de todo su rencor.

Parecía que todo iba a ser como en un cuento de hadas. El pastel de bodas, cubierto de fresas con crema tan grandes que parecían ser solamente parte de la decoración, medía casi un metro de altura; tenía dos figuritas de cera que representaban la unión eterna de los recién casados; y el grupo de música bailable que su padre contrató amenizó la fiesta y puso a bailar a todo el mundo. Todo había salido perfecto. Hasta que después de las dos de la mañana, y luego de buscarlos por más de veinte minutos por toda la casa, encontró a su infame esposo, precisamente con la amiga que los presentó, encerrados con llave en aquel cuarto donde antes, tantas veces y a escondidas de sus padres, a ella le había hecho el amor.

De aquella “amiga” podía imaginarse algo como eso, ya que su mentalidad era bastante liberal, y parecía tener las ganas alborotadas todo el tiempo. Era una mujer muy atractiva, no muy alta, de cabello castaño más o menos ondulado, con un cuerpo muy sensual y una mirada pícara con la que ya en el pasado había embrujado a varios hombres y a una que otra mujer de mente abierta como ella.

Tenía un magnetismo casi animal al que de verdad no era fácil resistirse. Luis Fernando, por el contrario, había demostrado una conducta tan intachable durante esos dos años de noviazgo, que no terminaba de convencer a la personalidad dominante y desconfiada de su mamá, quien cada vez que veía la oportunidad le recordaba a ella que no se podía confiar en los hombres, como si quisiera transmitir a su hija su propia frustración y su amargura injustificada.

El instante mismo en que ella abrió la boca de asombro, cuando su mamá utilizó la llave de emergencia para abrir la puerta del cuarto, y delante de todos sus invitados vio salir a Luis Fernando con la camisa mal abotonada y a su amiga con una sonrisa de satisfacción y el escote mucho más abajo de lo que las costuras del vestido podían soportar, quedó inmortalizado para siempre en el Facebook de varias personas invitadas esa noche.

Desde ese momento se alejó de todo el mundo, se había jurado no volver a creer en los hombres y también prefirió quedarse sin amigas.

Ni siquiera su padre se salvó de su rabia, la noche en que le gritó en la cara que su sonrisa parecía tan falsa como las tetas recién operadas de su madre, cuando le llevó a su cuarto algo de cenar y la encontró llorando frente a la computadora.

Él no le dijo nada, entendía que su dolor era tan grande que no la dejaba ver con claridad que estaba frente al único hombre que la había amado con locura desde aquella noche lluviosa en que vio por primera vez sus ojitos verdes. Se limpió rápidamente las lágrimas que alcanzaron a escaparse de sus ojos y sonrió con una mirada triste, sin decir otra cosa más que «duerme bien mi princesita», como le solía decir cariñosamente.

Ella no se conmovió, siguió mirando, con una desconcertante indiferencia, los productos en Amazon que pensaba comprar con la tarjeta de crédito de aquel hombre al que le acababa de romper el corazón.

Desde hacía aproximadamente tres o cuatro años atrás había tenido varios pretendientes, algunos de ellos honestamente detestables, otros, por el contrario, parecían tener todos los requisitos que su padre buscaba en un esposo para ella. Aunque apenas tenía veinte siete años, se sentía frustrada porque todas sus primas, incluso la más pequeña que tenía dieciocho años recién cumplidos, ya se habían casado.
Pero no era la felicidad matrimonial lo que la motivaba, sino más bien un deseo casi obsesivo por ser la esposa de un hombre adinerado y poder darse todos los lujos que quisiera sin tener que esforzarse en nada más que siendo complaciente en la cama. La ternura e inocencia con la que se entregó las primeras veces al amor le parecían ahora una cursilería barata y una gran estupidez. A diferencia de otros tiempos, ahora solo veía el sexo como el precio a pagar para conseguir algún capricho, o una necesidad del cuerpo que por lo menos una vez al mes satisfacía con alguien que conocía en una salida casual.
Eran tantas sus ganas de tener más, tanta su necesidad de comprar banalidades, tanto su deseo de mostrarle a todo el mundo que ya no era esa niña inocente de la que muchos se burlaron y cuya foto con cara de tonta aún daba vueltas en algunos sitios de internet, que no se dio cuenta en qué momento su padre había cambiado tanto.
Ya no era ese hombre alegre, y de sonrisa esplendida, que antes solía iluminar la casa con sus chistes o comentarios infantiles y optimistas; tampoco tenía ese brillo en la mirada que tuvo desde la noche milagrosa en la que ella nació a pesar de tantos contratiempos y que ahora más bien parecía querer transmitir, sin palabras, la tristeza y la vergüenza de sentirse fracasado como padre y como esposo.
Ese día, cuando lo encontraron tirado en el piso del baño, después de desmayarse por la mala alimentación y el cansancio natural por tantas noches en vela trabajando en su estudio que parecía sistemáticamente desordenado, él no sólo se alegró de despertar y ver que era su pequeña Milagros quien lo estaba cuidando sentada en la cama a su lado, sino que por un momento volvió a sonreír con esa misma sonrisa esplendida con la que antes le alegraba las mañanas al llevarle su café con leche. Fue solo en ese momento cuando ella se dio cuenta de que el tiempo había pasado y que en unos meses cumpliría cuarenta y tres.
Realmente su amargura era entendible, siempre fue la niña consentida de sus padres. Su mamá todo el tiempo estaba ocupada en sus propias necesidades como ir al gimnasio y satisfacer sus gustos, los cuales según ella misma decía eran su manera de ser feliz y sentirse amada. Trataba a Milagros con dureza emocional, pero procuraba complacerle cada uno de sus caprichos, ya que decía que no quería que su hija heredara el conformismo pusilánime de su padre.
Su papá, por otra parte, la trataba con tanta ternura que muchas veces la empalagaba con sus besos y abrazos que ella realmente nunca supo valorar.

Esos días, en que su padre necesitó de sus cuidados, fueron para ella como una cachetada que el destino le estaba dando para recordarle lo mala hija que había sido con aquel hombre que ya pisaba los setenta y la seguía tratando con las mismas atenciones con las que hacía más de treinta años la cuidó cuando enfermó de paperas.

Un día, en que estaba revisando las cajas donde su madre había guardado las pocas cosas que quedaron de la boda, Milagros lloró todo lo que no había llorado en esos años al encontrar una bolsita pequeña de tela, ya descolorida y empolvada por el paso del tiempo, donde había un anillo que ella no recordaba haber guardado. No era el anillo de matrimonio, ya que ése lo había vendido hacía diez años para no tener el tormento de verlo en el joyero cada vez que se arreglaba para salir a satisfacer sus necesidades una vez al mes, éste, por el contrario, era un anillo muy barato hecho de un extraño material que se oxidaba fácilmente, pero que volvía a brillar cuando ella lo limpiaba con pasta dental.

Había sido un regalo muy humilde de un novio que tuvo durante varios años, antes de deslumbrarse con el carro y el dinero de la familia de Luis Fernando. En ese momento, mientras miraba el anillo en su mano, entendió todo el tiempo que había perdido buscando la felicidad en las cosas lujosas y el dinero que ahora le sobraba, pero que a la vez la condenaba a sentirse cada día más sola y fracasada como mujer.

En la misma bolsita de tela en donde estaba el anillo oxidado también había una carta, estaba firmada por Miguel Alejandro Burgués De La Colina, lo cual parecía una burla del destino porque el único bien material que tenía era una vieja bicicleta que lo llevaba a todas partes, con su guitarra amarrada a la espalda.

Miguel era un soñador sin mucho futuro, tenía la loca fantasía de llegar a ser famoso con sus canciones que parecían ser escritas con la única e ilusa intención de querer cambiar al mundo.

Todos los días, durante casi cinco años, acompañó a Milagros a donde ella tuviera que ir. La llevaba en la vieja bicicleta, lo cual al principio a ella le parecía divertido, pero con el paso del tiempo fue convirtiéndose más bien en un gesto vergonzoso que su amada trataba de evitar, sin herir sus sentimientos. Ella, por su parte, intentaba contagiarle sus ideas progresistas y sus sueños de tener riquezas y viajar juntos por el mundo.

Pero él tenía otros ideales, otra manera de ver la vida como si sufriera del síndrome de Peter Pan. Parecía vivir en un mundo de ilusiones en el que alcanzaba la fama y era amado y respetado por todos, pero jamás hacía nada en concreto para lograr que esos sueños se hicieran realidad. Estaba muy ocupado soñando despierto, tanto, que no se dio cuenta que los años le pasaron por encima y ya no era aquel adolescente al que todos buscaban para que cantara en las fiestas, a las cuales era invitado solo con la condición de que llevara su guitarra.

Como buen bohemio, Miguel sentía un profundo desprecio por todo lo que tuviera que ver con la banalidad; por eso detestaba su apellido Burgués y siempre se presentaba así mismo ante la gente solamente con su segundo apellido el cual, para su desgracia, también parecía elegante.

A pesar de ser un hombre con muchas cualidades y sentimientos altruistas las cosas casi nunca le salían bien. No era por falta de talento. Se trataba más bien de una lucha interna e inconsciente entre el “yo puedo y el no soy tan bueno para eso” que no le permitía atreverse a dar un paso más, ese salto al vacío que, definitivamente, lo llevaría a un nivel superior.

Milagros no había vuelto a saber de él en mucho tiempo. Lo último que supo era que estaba gordo, y que trabajaba como ayudante, cargando bultos, en un almacén de comida para animales; eso fue varios años después del divorcio, un día en que por casualidad se encontró en la calle con “la estúpida ninfómana” que le hizo el favor de dañar su matrimonio el mismo día de la boda, como solía referirse con evidente resentimiento a Ana, y ella se lo contó.

Ana María realmente no era mala, o por lo menos no con el grado de maldad necesario para planificar, maquiavélicamente, destruirle la vida a su, hasta entonces, mejor amiga. Sus compañeras de la universidad le decían “La Vampiresa”, tal vez para bromear con su aspecto de mujer seductora y sus ganas constantes de sentirse deseada por todos.

Se conocían desde mucho antes de la época en que la que a Milagros la llevaban a todas partes en bicicleta. Todos sabían que Ana María tenía un gusto un poquito exagerado por el sexo, de hecho, realmente pensaban que podía ser ninfómana y que escapaba de sus manos la posibilidad de ser menos lujuriosa. Ella siempre les contaba, en sus conversaciones llenas de doble sentido, sobre las experiencias que había tenido con hombres casados e incluso con otras mujeres explorando curiosamente los límites de su sexualidad.

Ana decía, orgullosamente, que una de las pocas cosas que le faltaba por probar en la vida era hacerlo con el esposo de una amiga; además, le entusiasmaba la idea de que esa amiga se animara a probar cosas nuevas y participara gustosamente de su fantasía, lo cual Milagros siempre tomó como parte de los comentarios calientes que “La Vampiresa” solía hacer con el humor negro que la caracterizaba.

Esa fue una de las razones por las cuales Milagros decidió perdonarla, aunque fuera de la boca para afuera, ya que se conocían desde que eran niñas; y aunque nunca más volvió a confiar en ella, de vez en cuando se encontraban casualmente y conversaban, sin tocar nunca el tema de lo que pasó el día de la boda.

La verdad es que Ana había hecho hasta lo imposible para que Milagros la perdonara, inclusive les pagó a varias personas para que borraran las fotos de la boda Milagros de sus páginas de Facebook, pero ya el mal estaba hecho y muchas de esas fotos que le recordaban la traición aún seguían rodando en Internet.

Un día, cuando Milagros se preparaba como todos los días para salir a abrir el salón de belleza, tuvo la sensación de que su vida estaba estancada en un interminable círculo vicioso en el que solo había espacio para el trabajo y la soledad. Se sintió deprimida, recordó por un momento aquellos días en que nunca estaba sola, en que paseaba en bicicleta y su mayor preocupación era el qué dirán.

Nada de eso ya le importaba, hacía mucho tiempo que su imagen de niña buena había quedado en el pasado y por instantes dio muestras de empatía al imaginar lo vacía que debía sentirse Ana cada mañana. Entonces se acordó de la ocasión en que Ana María la invitó a tomar unos tragos en su casa y después de un par de horas, la intentó convencer con sus encantos para que se metiera con ella en el jacuzzi. En ese momento, solo por un pequeño instante, lamentó haber dicho que no.

Ese día no quiso ir a trabajar, la depresión no la dejó. Tampoco fue al día siguiente, ni el otro; así pasaron varios días en los que se dedicó a compadecerse de ella misma y de lo miserable que era su vida.

Una noche, después de varios días de lágrimas y largas horas encerrada en su cuarto recordando el pasado, quizás por primera vez pensando en su futuro, Milagros tomó una decisión que definitivamente cambiaría su vida para siempre.

lunes, 29 de abril de 2024

El Árbol del Olvido Cuento de Carlos Serdna

 

 

Es difícil hablar de lo que no se recuerda; en esos momentos, la memoria se hace más humilde y no queda otro camino que pactar con la imaginación…

 

Hace muchos años, en un valle muy hermoso donde abundaban las flores y los pastos eran verdes, una pequeña semilla abrió sus ojos y vio por vez primera la luz del sol.

 

Así fue creciendo; feliz y confiada, bañada por las nubes y abrazada por la Madre Tierra. Con el pasar de los días y los años llegó a ser muy grande e imponente; tanto que se convirtió en el árbol más hermoso del lugar.

 

Pero aquel valle también fue cambiando. El hombre, con sus máquinas ruidosas que excavaban y derrumbaban todo a su paso, cambió los colores del verde pasto por calles de cemento y la paz de otros tiempos por el ruido incesante de una gran ciudad.

 

Sin embargo, el árbol de la historia se salvó de ser talado. Un parque construido al lado de unos edificios color ladrillo sirvió de refugio para aquel gigante que ya pasaba, por mucho, los cincuenta años de edad.

 

Pero el corazón de nuestro árbol aún era joven. Reía con los abrazos del viento y las caricias de la lluvia. De tanto esforzarse por dar frutos y sombra, poco a poco, comenzó a amar a la gente. Se sentía orgulloso de llevar en su tronco las marcas y cicatrices que, con forma de corazón, dejaban en su piel los enamorados. Amaba las risas y los juegos de los niños y recibía con cariño a los loros, guacamayas, periquitos, ardillas, iguanas y toca clase de insectos que lo iban a visitar.

 

Muy cerca del lugar donde estaba plantado el árbol había un pequeño riachuelo. Allí, la mayoría de los animales y nuevos arbustos sembrados en el parque se nutrían de sus cristalinas aguas.

 

No obstante, el viejo y bondadoso gigante jamás se ocupó de extender sus raíces para buscar de aquel líquido vital, ya que esperaba con ansias el día en que la misma gente a quienes tanta sombra y frutos había dado, volverían para regarlo y acompañarlo en señal de cariño y agradecimiento.

 

Aunque parezca muy triste e inmensamente injusto, eso no pasó. Pero sí pasaron los años…

 

Un día, cuando aquellos primeros niños que jugaban a subir en sus ramas ya eran abuelos y aquel hermoso parque de antaño se había convertido en un gran estacionamiento, una briza muy fuerte, que había despertado con el pie izquierdo, azotó muy bruscamente las ramas del árbol desprendiendo sin piedad algunas de ellas.

 

Entonces, aquel que durante tanto tiempo fue ignorado se convirtió nuevamente en el centro de todas las miradas. Las ramas que cayeron dañaron ligeramente la pintura de los autos que habían estacionado cerca del árbol.

 

Por fin, como tantas veces lo había soñado, el árbol vio mucha gente que se acercaba a él, pero no para cuidarlo ni darle compañía.

 

Una lágrima de sabia corrió por el viejo y cansado tronco, al escuchar el ruido de las sierras, mientras el árbol caía lentamente y veía por última vez la luz del sol.

 

Solo un anciano, que miraba entre la gente, sintió compasión y exclamó: ¡Realmente, era un árbol muy hermoso!

 

Fin

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 24 de julio de 2022

MAMUT CAFÉ: UNA EXPERIENCIA DE PELÍCULA, AL ALCANCE DE TODOS

 




Hace un tiempo, escuché hablar sobre Draculandia, el nuevo parque que el gobernador de Carabobo había inaugurado, para el disfrute de todos los carabobeños y visitantes de otros estados, pero, por diversas razones no había tenido la oportunidad de conocerlo.

Debo confesar que mis expectativas fueron, en gran manera, superadas por la realidad; Draculandia es uno de los mejores sitios turísticos de toda Venezuela.

¡Es un lugar, realmente asombroso! Parece mentira que un parque como este, de tan alta calidad, se encuentre tan cerca y al alcance de la mano.

Draculandia es tan hermoso, entretenido y bien administrado que merece que dedique un artículo completo, para que aquellos que aún no han tenido la oportunidad de conocerlo se enteren de todas las atracciones y servicios que Draculandia ofrece.

Sin embargo, hoy quiero comentar específicamente sobre uno de los mejores atractivos del parque, me refiero a Mamut Café, el restaurante temático de Draculandia.

Mamut Café es un lugar de fantasía, que nos ofrece la oportunidad de sentirnos como en un parque de Disney, pero sin tener que salir de Carabobo.

¿Qué lo hace tan especial? Realmente son muchas cosas. En primer lugar, está ambientado en la época de los dinosaurios y en la era del hielo. Tiene dinosaurios animatrónicos que se mueven de una manera muy realista y que asombran por su perfección estética; realmente parecen sacados de una película de Jurassic Park.

Es de igual forma impresionante la descomunal réplica de un gigantesco mamut de tamaño real que recibe y asombra a los visitantes que entran al restaurante.

Es lógico pensar que muchas personas pagarían por tan solo tener la oportunidad de tomarse fotos junto a todas estas figuras animadas, por lo menos yo lo haría con mucho gusto, más en Mamut Café los visitantes no tienen que pagar nada por tomarse las fotos.

Por otra parte, la atención de todo el personal es tan buena que me hace pensar en todo lo que se esmeran en la elección de sus empleados y colaboradores.

Tuve la oportunidad de presenciar un Show de Frozen interpretado magistralmente por una chica muy hermosa que se sabía las pistas a la perfección, dejando notar la cantidad de horas de ensayo y el amor que dedica a su trabajo.

También disfrutamos del Show de Robot Led, un personaje que se gana la admiración de niños y adultos por el colorido de sus luces, y su actuación que pone a todos a bailar.

Si hablamos de la comida, realmente puedo asegurar que es deliciosa. Su menú ofrece muchas buenas opciones, con nombres caricaturescos, que nos recuerdan a los manjares favoritos de los Picapiedra.

La calidad de todos sus productos es excelente y aunque suene redundante, la atención es insuperable. Mamut café tiene todo para hacer que tu familia pase un rato maravilloso que seguramente nunca olvidará.

Es bueno decir que estos hermosos espacios están disponibles para realizar reuniones, fiestas, matrimonios y cumpleaños o para cualquier ocasión que las personas o instituciones quieran festejar.

Para estar al día con todas las promociones y eventos que Mamut Café tiene para ti, síguelos en su cuenta de Instagram @mamutcafe10 o comunícate con ellos por el teléfono 0412 952  96 96 y no dudes en visitarlos en las instalaciones del Parque Draculandia, para disfrutar con tu familia o amigos de una verdadera experiencia de película, muy cerca de ti.

Carlos Sérdna.

 

 

 

 

                                    

miércoles, 2 de febrero de 2022

Pa q’ El Gordito

Hoy quiero hablarles de un negocio, definitivamente exitoso, ubicado en la urbanización Lomas de la Hacienda, en San Diego.

Estoy hablando de Pa q’ El Gordito.

En cuanto a comida rápida se trata, existen negocios que prestan un buen servicio, pero sus productos son simplemente buenos, sin llegar a la excelencia.

Por otra parte, hay otros, que ofrecen excelentes productos, pero su atención al público no causa mayor impacto en los clientes, quienes regresan, eventualmente, solo por comprar algo en un lugar cercano.

Pero los negocios que marcan la diferencia son aquellos en donde los dueños y cada miembro del personal le ponen el alma y el corazón a su trabajo; este es el caso de Pa q’ El Gordito.

Es cierto que sus hamburguesas no son las más económicas de la zona, pero sin lugar a dudas son de las mejores que hay, sin restar méritos a los demás emprendimientos de comida rápida de la localidad.

Además, la calidad de sus productos, el sabor, el pan que utilizan y su atención al público son inmejorables.

Hace poco tuve la oportunidad de probar sus mini hamburguesas de carne y puedo dar fe de que son una verdadera delicia. Por lo tanto, espero pronto poder disfrutarlas nuevamente, al igual que a las otras especialidades que ofrecen en su amplio menú.

Mis más sinceras felicitaciones a la gente de Pa q’ El Gordito, sigan cosechando éxitos y que Dios les bendiga.

Atentamente, Carlos Sérdna

miércoles, 20 de enero de 2021

Tu Pataconería

Los grupos de ventas por Whastapp se han convertido últimamente en una excelente manera de ofrecer productos y servicios dentro de una comunidad específica, y más aún en estos tiempos de cuarentena. 

La posibilidad de escoger entre todo lo que se ofrece cerca de nuestros hogares y que te lo lleven hasta tu casa es una gran ventaja para nosotros como clientes. No obstante, muchas veces vemos publicidad muy atractiva sobre algún producto y no sabemos si realmente cumplirá con nuestras expectativas.

En la esmeralda de San Diego, hay una empresa que realmente cumplió y superó lo que yo esperaba es “Tu Pataconería”.

Ya su publicidad te permite imaginar lo deliciosos que son y el tamaño de sus patacones, pero probarlos es una experiencia que provoca repetir varias veces a la semana. Los patacones son de verdad muy buenos; el relleno de carne o pollo, las salsas, queso y ensalada son de verdad muy sabrosos.

Ya sea para comerlos solos, o para completar un suculento desayuno, almuerzo o cena, acompañándolos con arroz y caraotas, los patacones de “Tu Pataconería” son una excelente opción en comida rápida que seguramente te dejará con ganas de volver a probar; y el servicio es más que excelente.

Atrévete y pruébalos tú también llamando al 0424 465 19 97.

Es una recomendación muy sincera de este humilde redactor que disfruta de probar y compartir lo mejor en productos y servicios de San Diego.

Instagram: @carlos.redactor

 

jueves, 7 de enero de 2021

@deleitate2016

 Hace unos días, para la fiesta de fin de año, se me ocurrió la idea de llevar algo delicioso para compartir con la familia y amigos. No obstante, como todo buen latino, dejé todo para último momento. Era la tarde el 30 de diciembre a las 6 pm y no tenía idea qué podía comprar para llevar a la fiesta. Entonces recordé que muy cerca de mi casa viven la señora Miriam y su hija Marian de @deleitate2016 , famosas por sus dulces y tortas. Así que procedí a ir a su casa para hablar con ellas y ver si me podías ayudar.

La señora Miriam, muy amablemente, me atendió a pesar de la hora y de que en ese momento estaban preparando un encargo que tenían que entregar esa misma noche.

Me sugirió unas deliciosas galletas llamadas “Craqueladas” que parecen hechas de brownie, suaves por dentro y crujientes por fuera. Apenas pasadas dos horas desde que fui a hablar con ellas me llamaron para decirme que mis galletas ya estaban listas.

Al día siguiente, en la fiesta de fin de año, las “craqueladas” fueron toda una sensación. La gente me preguntó donde las había comprado y quedaron asombrados al ver todas las delicias que @deleitate comparte en su cuenta de Instagram.

Así que si buscas una excelente atención y dulces deliciosos @deleitate2016 es una excelente opción.

 

 

 

domingo, 27 de diciembre de 2020

Un Mundo Al Revés


En un mundo tan falso y traicionero

Donde las cosas no son como las ves,

Donde el respeto se gana con dinero,

Las cosas funcionan al revés.

 

Decir la verdad es imprudencia,

Elogiar a una mujer es indecencia;

Pero nadie ve mal al que ha engañado 

Si de alguna traición se haya vengado.

 

Algunos usando mil caretas

Te ven y les afecta tu alegría

Cual judas te abrazan cada día


Y a espaldas se ríen de tus metas.

 

La gente no puede ya confiar 

Pues muchos con mente muy perversa 

Prefieren robar que trabajar

Quitándote todo por la fuerza 


De Dios hablan mucho, pero en vano

Pues hablan a espaldas del amigo 

Te dicen: confía, estoy contigo!

Y a la trampa te llevan de la mano.

 

Pretenden tener honestidad

Pero a los que de veras la practican

rechazan, difaman y critican

¡A nadie le gusta la verdad!

 

Carlos Serdna.


Mis respetos al creador de este hermoso dibujo.
Dirección de la imagen: 

https://done23.skyrock.com/2726409592-Labios-cosidos.html



sábado, 26 de diciembre de 2020

Las Tortas de Adriana


Hace unos días, en una reunión navideña a la que asistí con mi esposa e hijos, tuve la oportunidad de compartir con Adriana Joya, una artista integral que se ha dado a conocer en Instagram por sus excelentes trabajos de repostería, piñatería, decoraciones y manualidades en general.

Los que la seguimos desde hace mucho tiempo sabemos que es toda una experta en todo lo que hace, ya que las tortas y piñatas que realiza son verdaderas obras de arte.

Cada vez que yo veía una foto de alguna de sus famosas tortas me podía imaginar lo deliciosas que seguramente serían, pero en esta oportunidad realmente lo pude comprobar.

Debo decir, con todo respeto, que Adriana es una mujer muy hermosa e interesante. Es muy motivadora, positiva, amable y alegre; una de esas personas con las que provoca conversar por horas.

Pero además de eso, pude notar que cada una de las publicaciones en sus redes sociales se queda corta ante la realidad; ya que Adriana deleitó a todos los invitados con una deliciosa torta, hermosamente decorada; con una cubierta (increíblemente sabrosa) hecha de mantequilla con queso crema y rellena con chantillí.

Yo he probado muchas tortas exquisitas, pero definitivamente las Tortas de Adriana son un dulce placer al paladar, ya que además de todo su talento y trayectoria en el mundo de la repostería las prepara con mucho amor y dedicación, impregnándolas también de toda su energía positiva.

Por lo tanto, si vives en el estado Carabobo, no dejes de probar las tortas de Adriana; ya sea para un cumpleaños, matrimonio, graduación o simplemente para regalarte en momento de verdad delicioso.

Síguela en su cuenta @joyaadriana1 y encarga ya tu torta o piñata favorita, para que puedas compartir momentos memorables con tus seres amados en cualquier ocasión especial.

Gracias Adriana, por esa dulce e inolvidable experiencia…Carlos Sérdna.

domingo, 13 de diciembre de 2020

 


Cada día se levantaba con nuevas fuerzas… Pero luego se miraba al espejo y volvía a llorar. Desde siempre, su único anhelo había sido ser amada; que las personas supieran que existe otra forma de vivir; que sí hay motivos para ser feliz y seguir creyendo. Ella era todo lo que ocupaba la mente de aquel humilde escritor que fantaseaba cada día con alcanzar el sueño inalcanzable que cambió la vida del maestro de Macondo.

Pero su tarea no era nada fácil. Aquel hombre luchaba con pasión, entre la locura y el deseo; entre lo efímero y lo eterno, entre la fe y la decepción.

Ella, por su parte, seguiría amándolo y creyendo en él, más allá del tiempo y el espacio.

 

Carlos Sérdna. 13/12/2020.

sábado, 22 de agosto de 2020

Amigas Íntimas, Cuento de terror de Carlos Sérdna.

Es normal, en la etapa de la infancia, que muchos niños desarrollen la idea de que existe un ser que les brida su amistad, y que solo ellos pueden ver.

Esta ilusión de la mente, pareciera desaparecer con el paso del tiempo; a la vez que desaparece también el miedo y la angustia de los padres, pero… no siempre es así.

Desde que Isabel era pequeña, lo que más deseaba en el mundo era tener una hermana; alguien con quien pudiera jugar a las muñecas, e inventar fantasías sobre princesas en hermosos castillos.

Su madre, por el contrario, no quería tener más hijos porque ya pasaba de los 40 años y temía que un segundo embarazo pudiera terminar de forma trágica. Además, su salud física y mental ya no le permitían tener la paciencia necesaria para otro bebé.

Tal vez, por esa razón, entre los 3 y 4 años, Isabel comenzó a jugar largas horas con una amiga que, según sus padres, solo estaba en su cabeza.

Se llamaba Elizabeth, y a medida que Isabel se hacía mayor, ella también iba creciendo.

Al principio sus padres no le dieron importancia, pero las cosas comenzaron a ser preocupantes una tarde en que su madre la encontró haciendo algo a escondidas, encerrada en su cuarto…

Había mutilado, en muchas partes, con un cuchillo de la cocina, las patas, la cola y la cabeza de una lagartija que encontró en el patio de su casa, porque supuestamente Elizabeth le había dicho que, si lo hacía, volverían a crecer.

Ella solo tenía 6 años, pero ese episodio fue el primero de una serie de comportamientos, inexplicablemente crueles, que la llevaron hasta el punto de rociar con gasolina y quemar vivo al gato de sus vecinos.

Cuando eso sucedió Isabel tenía 11 años…

Sus padres decidieron mudarse de ciudad, porque en la escuela nadie la quería. Los vecinos, preocupados por su extraño comportamiento, habían puesto una denuncia ante las autoridades, para obligarlos a poner a la niña en tratamiento psiquiátrico.

Fue así como, en una noche fría y lluviosa, la familia de Isabel salió de su casa para nunca regresar.

Diez años después, en una ciudad muy antigua de Venezuela, varias niñas de diferentes edades y familias comenzaron a presentar comportamientos que desconcertaban a todos…hablaban solas, reían de manera irreverente, comenzaron a vestirse como mujeres adultas y cometían actos de crueldad contra otros niños y con los animales.

Aunque nada tenían en común entre ellas, algo las unía; todas hablaban con una nueva amiga imaginaria llamada Isabel…

Una de las niñas era hija de un matrimonio muy creyente, y sus padres no dudaron en buscar ayuda profesional. Así que, aconsejados por una psicóloga, decidieron tratar de ganar la confianza de su hija, mostrando empatía e interés por su reciente e inquietante “mejor amiga”.

La niña, les contó que veía a una mujer que estaba siempre muy triste, decía llamarse Isabel y tenía una herida que sangraba constantemente en su cabeza.

Por aquellos días, en otra parte del mundo, los periódicos publicaban la noticia de una chica de 21 años, que encontraron muerta en extrañas circunstancias, de un disparo en la cabeza, en su habitación; en su mano izquierda tenía un arma y en la derecha un lápiz de labios rojo, con el que escribió en la pared, y con letra temblorosa, el nombre: Elizabeth.

FIN

Amigas Íntimas,  Cuento de terror de Carlos Sérdna.©

sábado, 8 de agosto de 2020

La Leyenda del Chupacabras (Poema de Carlos Sérdna, escrito el 06 de agosto de 2020)

Por los montes y praderas misteriosas,

Una bestia de apariencia inexplicable,

Va dejando a las personas muy nerviosas;

Al beber toda la sangre de animales.

 

Desde presas muy pequeñas como pollos,

Hasta grandes ejemplares como vacas;

Aparecen en el cuello con dos hoyos,

Y los órganos y vísceras les saca.

 

Le pusieron “Chupacabras” como nombre,

Porque extrae todo su líquido vital;

Pareciera mitad bestia y mitad hombre,

¡Ni la ciencia reconoce a ese animal!

 

Puerto Rico, en el año noventa y cinco,

Reportó por vez primera su presencia;

Y hoy por todo el mundo dicen que le han visto,

Arrasar con el ganado sin clemencia.

 

Nadie sabe si es verdad o una leyenda,

Pero algunos aseguran que lo vieron;

Muchos hombres atraparlo ya quisieron,

Mas aquellos que intentaron…lo lamentan.

martes, 28 de julio de 2020

LAS HERIDAS DE MARCELA (Cuento de Carlos Serdna, escrito el 28 de julio de 2020)


La última vez que Marcela Rodríguez se quedó sola en esa casa muchas cosas extrañas comenzaron a suceder. Primero, los inexplicables cambios de lugar de las ollas, platos, cuchillos y otros elementos de su cocina; después esos rasguños en sus brazos y piernas que aparecieron sin explicación, y por último las luces que ella apagaba al acostarse y encontraba encendidas cuando abría los ojos nuevamente en la mañana.

Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, la sola idea de volver la ponía muy ansiosa, tanto que ese día no tomó su acostumbrado café sino una infusión de manzanilla que su madre le había dado para calmar los nervios. Pero en esta ocasión pensaba ir preparada; su cuñada María Laura y su hermano la iban a acompañar. Además, solo pensaba quedarse unas horas.

Era necesario, ya que tenía que entregar la casa limpia y pintada por completo, pero no se había atrevido a ir antes para no volver a ver a aquella mujer.

Unos meses antes, Marcela había concretado la venta de su casa en el norte de Bogotá; realmente tenía que hacerlo, porque seguir allí solo le traía malos recuerdos. Desde el momento en que su esposo la dejó ella decidió comenzar una nueva vida, olvidar todo aquello que le recordaba la traición y el abandono del hombre que había jurado, ante toda su familia, amarla para siempre.

Aunque esta vez no iría sola, una latente sensación de angustia y una especie de escalofrió le recorría todo su muy bien formado cuerpo.

Cuando Ricardo y María Laura llegaron a buscarla ella ya tenía dos horas lista; se había puesto la ropa de ir al gimnasio y estaba sentada, esperando en el balcón de su nuevo apartamento en la carrera 13, ya se había fumado tres cigarrillos.

—¿Qué más peladita?, ¿cómo pasaste la noche? — le dijo María Laura.
Ella contestó con una sonrisa dudosa.

—Hágame un favor, María Laura, quédese conmigo, mire que a mí no me gusta estar sola ahí. Respondió Marcela.

Ellos ya le habían dicho que podían llevarla, pero también le habían explicado que no podían quedarse, porque Ricardo tenía una reunión muy importante en el Bufete de abogados y su esposa debía volver a casa, llevar a las niñas a la escuela y luego buscarlas nuevamente para llevarlas a casa de su mamá.

María Laura sintió pena por no poder complacerla; e hizo un gesto de negación con la cabeza, pero sin mirarla directamente a la cara.

Ya habían avanzado unas cinco calles, cuando de repente, Marcela tomó una actitud inexplicablemente agresiva; aprovechando que el carro estaba detenido en ese momento, se bajó tirando la puerta y gritando varías ofensas y obscenidades contra los dos.

Su hermano buscó inmediatamente donde estacionar y salió corriendo tras de ella, buscándola entre la gente; cuando la encontró estaba sentada en una plaza y se mostró muy confundida, sin saber a ciencia cierta lo que le había pasado; entonces lo miró, sonrió y se puso a llorar.

Esos arranques de aparente locura ya se habían hecho comunes para Ricardo. Le preocupaba mucho la salud mental de su hermana, pero pensaba que aquellos desvaríos y ataques de ansiedad, eran causados por el estrés de los problemas matrimoniales y la mala vida que le había dado su cuñado, Juan Camilo. Por otra parte, a veces también se ponía en su lugar y lo comprendía; porque sabía que su hermana se había convertido en alguien muy difícil de entender y soportar.

Apenas entró a la casa, ella buscó en el patio la pintura y las herramientas para terminar de pintar la sala, que era lo último que faltaba. Apenas habían pasado un par de horas, cuando otra vez sintió un terrible miedo; sentía que no estaba sola y que alguien la vigilaba. Haciendo un esfuerzo grande por superar sus temores, Marcela fue al baño del piso de arriba para lavarse la cara, pero cuando se miró en el espejo… ahí estaba ella; era otra vez esa mujer, la misma que ya se le había aparecido en otras oportunidades.

—Eres una cerda inmunda —le dijo.

Marcela salió corriendo con el corazón acelerado, y casi sin poder controlar el temblor de sus piernas, bajó las escaleras y salió de la casa; entonces, cruzó la calle asustada y llorando, sin darse cuenta del automóvil que venía hacia ella, en sentido contrario.

Aunque el conductor intentó frenar a tiempo, ocurrió la desgracia…

Cuando los vecinos llamaron a su hermano para avisarle, él salió de la reunión sin siquiera despedirse de sus jefes y se fue inmediatamente para la clínica donde la ambulancia la había llevado.
A pesar de la rabia que sentía, Ricardo pensó que era justo avisarle a Juan Camilo, ya que en el fondo sabía que aún la amaba y que ella también lo necesitaría a su lado en esos momentos.

Estando en la sala de espera, mientras oraba y pedía a Dios por la vida de su hermana, dos médicos se le acercaron para hablar con él. Uno, era el doctor que la había atendido, éste le explicó que Marcela estaba en observación por el impacto que recibió, pero que se iba a poner bien muy pronto, pues las heridas habían sido superficiales.

El otro doctor era el psicólogo de la clínica y se presentó, preguntando a Ricardo si él era el esposo de la señora Marcela Rodríguez. En ese preciso momento entró Juan Camilo, y dijo: —Yo soy el esposo, Juan Camilo Echeverri; doctor, por favor dígame, ¿cómo está ella?

—Señor, su esposa ha estado en observación por aproximadamente una hora, y tengo fuertes motivos para creer que la señora sufre de un grave desorden de personalidad, ya que desde hace mucho rato está teniendo conversaciones con ella misma y dice cosas incoherentes, pasando de la risa al llanto con increíble facilidad, como si sufriera de algún trastorno de bipolaridad. Voy a remitirla a Psiquiatría mañana en la mañana.

Juan Camilo aceptó firmar los permisos para que Marcela fuera ingresada y evaluada por un Psiquiatra, porque, aunque habían pasado ya tres meses desde la separación, él aún la seguía amando tanto como el primer día, cuando se conocieron, 4 años atrás, en un cumpleaños de María Laura.

Las semanas siguientes fueron muy duras para todos. Entre gritos, cambios repentinos de humor e inclusive varios intentos de automutilación, Marcela fue diagnosticada con un Trastorno de Identidad Disociativo.

Más tarde, después de tres sesiones de hipnosis se supo que el trastorno fue provocado por las burlas que de niña había sufrido en la escuela, producto de su obesidad infantil y de un episodio traumático, que su mente había borrado por completo, cuando fue obligada a comer de la basura por unos niños a la hora del recreo, mientras la golpeaban y le decían que era una cerda.

Todo esto explicaba su obsesiva necesidad de verse siempre bella y delgada; también explicaba sus drásticos cambios de humor y su inseguridad constante.

Su esposo regresó con ella para cumplir su promesa de amarla y cuidarla; también para evitar que volviera a lastimarse; él y su familia aprendieron a entenderla y la apoyaron durante todo su tratamiento, que duró más de 5 años. A partir de ese día Marcela Rodríguez comenzó, poco a poco, a amarse y sanar sus heridas de la infancia; y ya nunca más volvió a sentir miedo de la mujer que aparecía frente a ella en el espejo.
FIN

sábado, 25 de julio de 2020

El niño que se perdió en París (Cuento de Carlos Sérdna)


En el año de 1889, los habitantes de París, en Francia, estaban de fiesta por la inauguración de la obra arquitectónica más importante, hasta esa fecha, en todo el mundo: la famosa Torre Eiffel, en la apertura de la Exposición Universal de París.

Por aquellos días, vivía en la ciudad una familia numerosa de muy bajos recursos. El padre, Philippe Dumont, trabajaba como vendedor callejero de pan, ya que había aprendido de sus abuelos el antiguo y digno arte de la panadería.

Pauline, su mujer, se encargaba de cuidar a sus cinco hijos; tratando de darles una buena educación, aun en medio de la pobreza.

Jean-Paul, de 12 años era el mayor. Tenía un increíble talento para el dibujo, y ayudaba a sus padres a conseguir algunas monedas vendiendo los bocetos que realizaba sobre los lugares turísticos más visitados de París como La Torre Eiffel o la Catedral de Notre Dame, en donde, según él mismo decía, había logrado ver en una oportunidad al Jorobado, quien siempre aparecía de manera disimulada en todo lo que dibujaba, como si fuera su sello personal.

Después venía Lorette su segunda hija. A sus 10 años, ya soñaba con ser una famosa bailarina, pero sus padres no tenían el dinero para inscribirla en clases de ballet, por lo cual la niña vivía amargada y solía pelear con sus hermanos hasta por las cosas más simples e insignificantes, demostrando, además, sus grandes cualidades para la actuación y el melodrama.

La pequeña Charlotte tenía 7 años, y era la ayudante principal de su madre en todas las labores de la casa. Cocinaba y limpiaba mucho mejor que su hermana, y siempre estaba dispuesta a colaborar para mitigar un poco las preocupaciones de su padre.

Jean-Pierre, por otra parte, era el más travieso de todos. Con apenas 5 años había demostrado asombrosas cualidades para aprender todo lo que le parecía interesante. Como sus padres no contaban con lo necesario para poder enviarlos a la escuela, Jean-Pierre estudiaba y aprendía con la ayuda de Philippe, su papá, todo lo que decían los diarios que encontraba tirados en la calle, gracias a su extremada facilidad para retener conocimientos.

El más pequeño de todos se llamaba Gerárd y tenía solamente 3 años.

Ocurrió que un día, en que la familia había salido a ofrecer sus panes a los miles de visitantes que llegaban de todas partes del mundo para admirar el maravilloso monumento de la torre, una fuerte discusión comenzó entre varios de los hermanos. Todo empezó porque Lorette y Charlotte se peleaban por ir de la mano derecha de su madre, lo que causó la intervención de Jean-Paul, su hermano mayor, quien muy indignado, les reclamó su falta de colaboración ante el inmenso esfuerzo que hacían sus padres para poder llevar comida a la casa.

En ese momento, mientras Philippe llevaba en sus espaldas un saco lleno de pan fresco e intentaba hacer que el bebé dejara de llorar y que Jean-Pierre no se soltara de su mano, en medio de tanta gente, Pauline perdió la paciencia y les gritó muy fuertemente a sus dos hijas. Esto ocasionó que Charlotte se pusiera a llorar muy triste y ofendida, pero su hermana mayor, Lorette, que era más rebelde y de carácter explosivo, salió corriendo en medio de la multitud.

Al ver la reacción de su hija, la madre corrió rápidamente para alcanzarla, llevando a Charlotte agarrada de su mano, pero en medio de la confusión, al ver a su esposa y sus hijas desaparecer entre tanta gente, Philippe tropezó con una piedra y cayó al piso, dejando caer también el saco con los panes, los cuales se regaron por toda la calle.
Sumergido en la desesperación, tratando de recoger el pan y de evitar que la gente lo pisara o le robara todo, con el pequeño Gerárd en sus brazos, Philippe perdió de vista a Jean Pierre.

Cuando la madre y las dos niñas regresaron, encontraron a Phillipe y a Jean-Paul, con los ojos bañados en lágrimas, y una expresión de desconcierto, mientras gritaban entre la gente el nombre de su pequeño de 5 años.
En ese momento, comenzó la tarea más triste y angustiosa que la familia había tenido que enfrentar, encontrar al niño en medio de una cantidad de personas jamás antes vista en la Ciudad de la Luz.

Nada podía ser peor para la familia Dumont, entre la música de los acordeones y las risas de la gente que caminaba maravillada ante la imponente Torre de más de 300 metros de altura, ellos buscaban desesperadamente al niño.

El pequeño Jean-Pierre era muy curioso y estaba fascinado con la idea de llegar un día a ser maestro. Por esa razón, su mayor sueño era asistir a la escuela para poder aprender. En el momento en que su padre y su hermano se agacharon a recoger el pan, el pequeño niño vio, en la vitrina de una librería cercana, un libro enorme que tenía en la portada un mapa con todos los países del mundo, y no pudo evitar la tentación de acercarse a mirar.

El dueño de la librería era un hombre mayor; su mal temperamento y su desprecio hacía los pobres eran producto de una vida llena de frustraciones debido a su incapacidad para procrear por una condición médica que él interpretaba como una injusticia de la vida o un castigo de Dios.

Al ver al niño poniendo sus manitos sucias sobre el cristal, para poder mirar bien los libros, el hombre salió de la tienda con una gran regla de madera amenazando a Jean-Pierre con pegarle y llamar a la policía, mientras le gritaba que era un mugroso ladrón.
El niño se asustó mucho; por ese motivo salió corriendo con tanta fuerza para no ser alcanzado, que olvidó el lugar exacto donde habían quedado su padre y sus hermanos recogiendo el pan. Intentó varias veces regresar al mismo sitio, pero las calles de París parecían repetirse una y otra vez, con el mismo mar de gente que le daba la sensación de estar caminando en círculo.

A pesar de que Jean-Pierre era un niño muy precoz y demasiado inteligente, su inocencia no le permitía aún reconocer la maldad de las personas; por eso comenzó a preguntar a la gente que pasaba si habían visto a un hombre vendiendo pan con un bebé cargado en brazos.

La mayoría de las personas a las que preguntó lo trataron con desprecio; eran egoístas; estaban demasiado ocupadas divirtiéndose y disfrutando de la Exposición, como para atender las necesidades de un niño pobre. Muchos lo empujaban y otros simplemente ignoraban su angustiosa solicitud de ayuda.

Dos hombres con aspecto elegante se acercaron a Jean-Pierre, diciéndole que habían visto a sus padres y que lo llevarían con su familia. Jean-Pierre accedió y se fue con ellos de la mano. Pero el niño comenzó a desconfiar de la buena intención de aquellos hombres que miraban para todas partes con evidente nerviosismo.

Entonces, el pequeño les dio una falsa descripción sobre su padre para poder saber si los hombres decían la verdad. Uno de ellos, al percatarse de que el niño estaba sospechando, le apretó muy fuerte la mano diciéndole —¿Te crees muy listo niño? — En ese momento Jean-Pierre mordió la mano del hombre y pateó la rodilla del otro, pudiendo soltarse y correr para escapar del peligro.

Unas calles más arriba, sus padres también preguntaban desesperados si alguien había visto a un niño pequeño; pero lo único que encontraron fueron las burlas de personas indolentes que los despreciaban por su apariencia humilde.

Después de casi dos horas de estar buscando Pauline tuvo una idea; pensó que su pequeño hijo era lo suficientemente inteligente como para encontrar el camino a casa, la cual quedaba a unas diez calles de la Torre, a las orillas del rio Sena.

Se dividieron entonces; Philippe siguió en las calles buscando al niño, junto con Jean-Paul, mientras Pauline se iría, con el bebé y las dos niñas, a esperar que Jean-Pierre regresara a la vieja casa alquilada donde vivían.

En su desespero, motivado por su afán por encontrar a su hijo lo antes posible, conociendo muy bien los peligros de la calle, Philippe causó incomodidad a muchos de los elegantes visitantes al evento. Un caballero de fina estampa y su esposa dieron aviso a cuatro policías que se encontraban en la parte de abajo de la Torre, la cual servía de entrada para la Exposición Universal de París.

Los agentes de seguridad se acercaron a Philippe, quien al verlos venir se alegró pensando que al fin la ayuda había llegado; pero en vez de eso lo acosaron con preguntas pidiéndole su permiso sellado para vender panes en la calle. Philippe se exasperó por la actitud despótica de los policías y discutió con ellos. Uno de los policías intentó entonces esposar a Philippe, quién reaccionó empujándolo al piso, lo que ocasionó que lo llevaran preso, sin importar el llanto y las súplicas de Jean-Paul quien trató, sin éxito, de explicarles todo lo que les estaba sucediendo y la reacción de su padre.

Jean-Paul corrió a casa para contarle a su madre lo que había pasado. Pauline no se permitió llorar delante de sus hijos; les dijo a las niñas que cuidaran muy bien a Gerárd y se fue con su hijo mayor a la estación de policía. Al llegar, rompió en llanto al ver a su marido encerrado como un animal, pero por más que suplicó no lo quisieron soltar; por el contrario, le dijeron que tenía que permanecer tres días detenido o pagar una fianza de 20 francos.

Ellos no tenían esa cantidad de dinero, pero de alguna manera debían conseguirlo. Jean Paul le dijo a su madre que iba a vender sus dibujos de París y Notre Dame con su famoso jorobado en la entrada de la Torre Eiffel para conseguir el dinero de la fianza, y así lo hicieron. Mientras Pauline seguía tratando de encontrar a Jean-Pierre por toda París, su hermano Jean-Paul se paró en la entrada de la Torre para vender sus dibujos y reunir el dinero para sacar a su padre de la cárcel. Los ofrecía a 3 francos cada uno y logró vender tres de ellos; pero aún necesitaba mucho dinero y la preocupación por su familia lo embargaba más cada segundo.

De repente, un señor de cabellos blancos y traje muy lujoso se acercó con su sirviente para mirar los dibujos del muchacho. Jean-Paul le contó su historia y no pudo evitar que una lágrima se le escapara. Aquel hombre se compadeció del niño, ya que le recordaba mucho a un hijo con el que había discutido hacía muchos años, porque nunca pudo perdonarle que se hubiese enamorado de una mujer de clase pobre.

—Te los compro todos — le dijo el caballero a Jean-Paul. — Y quiero que me lleves a donde tienen a tu padre.

El buen hombre llevó al niño a sacar a Philippe de la cárcel; pero al verlo no lo podía creer; entendió ese impulso incontrolable que lo había llevado a acercarse a aquel niño en la puerta de la Torre: Philippe era el hijo que había buscado por tantos años.
Los dos hombres se abrazaron y lloraron de la emoción, el destino los había unido nuevamente en las circunstancias menos pensadas. Pero aún faltaba encontrar al pequeño Jean-Pierre.

Habían pasado más de cinco horas desde que lo habían perdido; Sir Gerárd Vincent Dumont, su hijo Philippe y su nieto Jean-Paul se disponían a salir acompañados de una comisión de la policía para tratar de encontrar al niño, cuando un grito en la distancia los detuvo: —¡Papá aquí estoy! —gritó nuevamente Jean-Pierre, —¡Papá!

Ese lunes, 6 de mayo de 1889, mientras Gustave Eiffel era condecorado en lo alto de la Torre que lleva su nombre, la familia de Jean Pierre Dumont aprendió una gran lección. Pasaron los años y, con la ayuda de sus padres y hermanos; gracias al apoyo su abuelo, Jean-Pierre se convirtió en un gran maestro y llegó a ser director de una escuela para niños de bajos recursos, en las afueras de París.
FIN.