Cada día se
levantaba con nuevas fuerzas… Pero luego se miraba al espejo y volvía a llorar. Desde
siempre, su único anhelo había sido ser amada; que las personas supieran que
existe otra forma de vivir; que sí hay motivos para ser feliz y seguir creyendo.
Ella era todo lo que ocupaba la mente de aquel humilde escritor que fantaseaba
cada día con alcanzar el sueño inalcanzable que cambió la vida del maestro de
Macondo.
Pero su tarea
no era nada fácil. Aquel hombre luchaba con pasión, entre la locura y el deseo;
entre lo efímero y lo eterno, entre la fe y la decepción.
Ella, por su
parte, seguiría amándolo y creyendo en él, más allá del tiempo y el espacio.
Carlos Sérdna. 13/12/2020.
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